El branding no se trata de las cosas que se venden, sino de las historias que se cuentan. Vender no se trata de una transacción comercial entre un oferente y un demandante; se trata de alguien que requiere una solución personalizada y de alguien que la brinda justo en el momento preferido. En tiempos de modernidad, una LOVEMARK se reconoce fácilmente: sal a la calle y escucha sobre un acontecimiento viral y verás que cada uno de esos sucesos fue producido por una compañía. Ellas son las que han entendido el mensaje actual del mercado: diferenciarte y perdurar en la mente de las personas. La información se instala más rápido en nuestra mente cuando tiene contenido emocional. Aquellas empresas que lanzan campañas bajo esta premisa son las ganadoras de un mayor porcentaje de su mercado. Ya no se vale competir por características demográficas; hoy se trata por competir por experiencias memorables. El consumo es cada vez menos económico y más psicológico. Hay miles de clientes esperando que las empresas se comuniquen con ellos pero hay pocas empresas que en verdad logran hacer tal contacto. Existen millones de preguntas, inquietudes y sugerencias que deseamos exponer, pero pocas, verdaderamente pocas empresas son las encargadas de generar comunidad para que esta retroalimentación sea eficiente. Cuando la gente ve cosas, siente cosas; y cuando siente cosas, cambia. Y cuando la gente cambia, es porque modula un comportamiento ante un contexto, y es ahí donde el protagonismo de la marca sale a flote y cumple con su real objetivo: HACER PERDURAR SU NOMBRE EN LOS IDIOMAS QUE SEAN POSIBLE. El producto se olvida, la experiencia no. Sigamos en el camino hacia la innovación constante en el servicio al cliente. Permite a tus consumidores explorar alternativas de solución multicanal, para que de esta manera, consigas ser una marca fácil de reconocer. Imagen cortesía de iStock
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