Abril, 2025.- Desigual lanzó recientemente su nueva campaña “Not a doll”, protagonizada por la actriz española Ester Expósito, con un mensaje de empoderamiento femenino y autoexpresión: “Yo me visto para mí. No soy una muñeca”. La iniciativa, difundida a través de redes sociales, plataformas digitales y publicidad exterior, busca reforzar la idea de romper con los estereotipos de género y belleza tradicionales.


La colección incluye vestidos, accesorios y una camiseta con la frase icónica “Not a doll”, diseñada para subrayar el derecho de cada persona a vestirse y expresarse sin presiones externas. Sin embargo, la campaña se vio envuelta en controversia debido a la coincidencia del mensaje con el lema “Protect the dolls”, utilizado ampliamente por la comunidad trans para defender sus derechos ante retrocesos legales recientes.
Críticos en redes sociales señalaron que el uso del término “doll” por parte de Desigual resultaba insensible y trivializaba una causa profundamente significativa. Celebridades como Pedro Pascal y Troye Sivan han visibilizado el lema “Protect the dolls”, impulsado por el diseñador Conner Ives, como símbolo de apoyo y protección hacia las personas trans, particularmente hacia las mujeres trans en contextos de vulnerabilidad.

Ante la creciente presión, Desigual respondió públicamente desde sus canales oficiales, aclarando que “Not a doll” busca romper estereotipos y que en ningún momento pretendió enfrentarse ni minimizar el mensaje trans. La marca reafirmó su compromiso histórico con la diversidad y la inclusión, señalando: “Not a doll y Protect the dolls no son rivales. Diferentes luchas, mismo sueño”.
Este episodio subraya la importancia de la sensibilidad cultural y la necesidad de considerar cuidadosamente los contextos sociales a la hora de diseñar campañas globales. En un entorno donde la percepción pública puede redefinir el significado de los mensajes de marca, las empresas deben mantenerse atentas y abiertas al diálogo.


La polémica alrededor de Desigual y su campaña “Not a doll” sigue generando debate, evidenciando el poder transformador —y también riesgoso— de la publicidad en tiempos de hiperconectividad social.
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