Un 9 de febrero como hoy, pero de 1979, yo empecé a hacer una pasantía en Gowland Publicidad, mi primer agencia de publicidad. Ya pasaron 43 años. Yo no soy el mismo. La publicidad tampoco. Es razonable pensar que con el paso del tiempo, las nuevas tecnologías, la posibilidad casi infinita de cosechar data, los nuevos comportamientos de consumo, la proliferación casi ilimitada de puntos de contacto y tantas otras cosas, haya habido cambios tan profundos. Yo, por mi parte, sigo teniendo la autoestima por las nubes- confieso que siempre me la crei y obro en consecuencia- y la publicidad, mi vieja amiga y compañera, ahora se le ha dado por dudar de la razón de su existencia. Qué lástima, no? Pero no lo digo desde la nostalgia sino desde la falta de motivación que se nota tanto en nuestro sector. La avalancha de premios inventados es un buen ejemplo de esto, un dopaje medio tonto y tramposo. Dudar de la importancia de la publicidad me parece una necedad. Que hoy se haga de otra manera no significa que no haya que hacerla. Y tampoco significa que no se pueda hacer muy bien. Que trabajando mucho no seamos capaces de llegar a ejecuciones excelsas. Creo que nos dejamos domesticar. Que muchos convencieron a nuestros clientes que no eran necesarias las grandes ideas. Que con data, programática e insistencia alcanzaba. Ya llevamos más de una década de esta falacia. Las marcas funcionan mal porque están muy mal manejadas. Un cliente cobarde y pusilánime, rodeado de obsecuentes con planillas jamás hará un éxito popular. Aunque esas planillas sean digitales y tengan bonitos efectos. Sabés por qué? Porque una marca es la EMOCION que existe entre un producto y las personas. Sin emoción no hay marca, hay solo un producto con nombre. Para emocionar, hay que conocer mucho a las personas. Hay que desvelarse por ellos. Hay que saber las respuestas que responden. Hay que saber las que jamás confesarán. Hay que animarse a hacer algo distinto. Diferenciarse viene de diferente. Hay que hacer mucho. Nunca fue tan barato producir muchas ejecuciones. Hay que encontrar una idea. Una idea que emocione. Que mueva. Que provoque. Que encante y enamore. Si vos creés que esto te lo va a dar un algoritmo, sos un idiota. No es un insulto, es un diagnóstico. Hace 43 años que hago publicidad. Hoy tengo el privilegio de hacerlo con Anita Rios a quien admiro y quiero. Hago publicidad con Pichi y Dami, nuestros Directores Creativos Ejecutivos en Anita & Vega. Y con todas las talentosas personas que trabajan en la agencia. A mi me sigue gustando encontrar ideas que generen trabajo y traigan progreso. Y me pone orgulloso ser un publicitario. Mientras existan cosas para vender, percepciones que deben ser cambiadas, conceptos de la sociedad que merecen ser revisados y epopeyas que valgan la pena, habrá publicidad. Y para que sea brillante, nos vendría bien que creamos un poco más en nosotros mismos. Abramos esa ventana que dejará pasar otro aire, otra luz. Yo soy creativo porque creo, me dijo Ernesto Savaglio. Vos también.
Comentarios