El Síndrome de Hamlet es el exceso de reflexión y escasez de acción, que lleva a desaprovechar y perder grandes ocasiones y proyectos en la vida, en la política y en las organizaciones.
Hay miembros de la empresa que meditan y analizan profundamente los problemas, los revisan al día siguiente, dan vueltas a sus dudas metafísicas y cambian lo acordado de tal forma que cuando deciden algo en firme y logran ponerlo en marcha, casi siempre es tarde.
¿Qué transmiten estos miembros con sus eternas vacilaciones?
- Inseguridad, ambivalencia y duda. El líder no acierta a trabajar las fronteras entre pensar y actuar, relacionadas con la capacidad de toma de decisiones, optimismo, seguridad y valentía para evaluar y asumir riesgos.
- Decisiones demoradas. Excesiva necesidad de información adicional y análisis, hasta que los hechos obligan a decisiones tardías y forzadas por las circunstancias.
- Liderazgo débil igual a equipo disperso. Cuando el liderazgo flaquea, surgen políticas y tácticas a niveles medios. Como en el ajedrez, los peones se transforman en caballos, alfiles, torres y reinas.
- Perfil desdibujado e influenciable. En vez de que el líder maneje y gestione los eventos, éstos le manejan a él, quitándole espontaneidad, seguridad y aplomo.
- Muchos amigos/enemigos. Al directivo con este Síndrome no le es fácil distinguir a unos de otros, pues los que parecen venir a ayudar también parecen querer su puesto. A veces eliminan a quienes pueden cooperar con ellos.
- Gestión reactiva y deficiente de las crisis. La falta de proactividad da lugar a la improvisación. Aunque en su mente tiene clara la idea, aprende tarde la lección y la aplica mal.
- El eterno análisis, evaluando pros y contras, es una forma inconsciente de evitar la decisión, manteniendo la inmovilidad ante el miedo al fracaso y hasta el miedo al éxito. La persona se refugia en la zona de aparente protección que le proporciona el análisis, donde se siente más fuerte y segura.
La voluntad humana puede reeducarse en cualquier momento: una persona estancada en la duda, tiene que dar el salto a la acción y a la decisión, buscando entornos de confianza que le ayuden.
Detrás del miedo a decidir existe temor al error, a la pérdida de estabilidad, al cambio, e incluso, al qué dirán.
Si eres una persona a la que le cuesta tomar decisiones hazte las siguientes preguntas: ¿de qué huyes exactamente? ¿qué es lo peor que puede pasar en caso de que algo no salga como habías previsto?
Por Antonio Rodríguez – CEO y Fundador en 55 Grados, Psicología y Coaching | Expertos en entrevistas de trabajo , búsqueda y reorientación laboral
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