A día de hoy el metaverso es un concepto, una idea y un lienzo en blanco. No habrá un antes y un después del metaverso. Este mergerá lentamente con el tiempo a medida que los diferentes productos, servicios y capacidades se integren y se fusionen, es necesario el desarrollo de nuevas tecnologías, protocolos e innovaciones para su óptimo funcionamiento. No obstante, se empiezan a asentar las bases tecnológicas, ideológicas y conceptuales de lo que algún día será una nueva extensión de nosotros mismos, durante los próximos años iremos viendo cómo van lanzándose nuevos dispositivos para formar parte de este nuevo mundo. Dispositivos que contendrán de manera muy natural realidad aumentada e inteligencia artificial para interpretar nuestras expresiones faciales para que pueda recrearlas nuestro avatar. Dispositivos que grabarán, registrarán y enviarán datos. Y aunque la función de crear una marca con un nuevo nombre para enterrar la marca de Facebook, y deslindarse poco a poco de ella, por la imagen negativa que se creó, sea una excelente estrategia. Es seguro asumir que los algoritmos predictivos empleados tendrán la misma función que los de su predecesor: recopilarán datos sobre el comportamiento humano. Crearán perfiles de usuario y priorizarán el contenido con el que más probablemente interactúen. Zuckerberg espera que el metaverso pueda ofrecer la posibilidad de crear nuestros propios negocios en él; conciertos, desfiles, manifestaciones, reuniones, juegos… Quiere construir entornos virtuales donde todo el comportamiento humano pueda ser registrado, predicho y obvio, monetizado. No es sólo construir un contexto virtual para crear, comunicarse y experimentar, tampoco es dar un paso más en las relaciones sociales y laborales. Es establecer una nueva economía. Donde nuestro comportamiento, una vez más, es la moneda de cambio.
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