Entre las muchas actividades del gran Salvador Dalí, que incluyen su aparición en avisos publicitarios y hasta una participación en un programa de juegos estadounidense, hay una no tan conocida y es la de chef. El artista catalán solía ofrecer banquetes a sus amigos, preparados junto con su esposa Gala. Y en 1973 editó un extraño y hoy legendario libro de cocina llamado “Les Diners de Gala”, que ahora vuelve a editar Taschen.
Es verdad que las habilidades culinarias de Dalí no llegan a la altura de sus obras plásticas. Para confirmarlo, basta con mencionar algunos de los platos que aparecen en el libro: “Costillas de ternera rellenas con caracoles”, “Huevos de mil años”, “Caramelos con conos de pino”. Suenan raros y, francamente, asquerosos. De todos modos, aquel libro representó un sueño hecho realidad para el pintor, que, cuando tenía 6 años declaró que quería ser chef. En aquellas cenas opulentas que brindaba con su esposa, la comida no tenía tanta importancia: lo importante era la “teatralidad” de los eventos, donde los invitados debían vestir disfraces excéntricos y llevar animales salvajes y exóticos que, según testimonios, comían libremente los platos servidos.
El libro tiene recetas pero lo más interesante es que contiene pinturas al óleo del maestro y fotografías de comida, junto con algunos aforismos pergeñados por Dalí y, por lo tanto, curiosos. Ejemplo: “La mandíbula es nuestra mejor herramienta para captar el conocimiento filosófico”. A pesar de lo absurdo de muchas de las recetas, algunos de estos platos se originaron en los mejores restaurantes de París en aquel entonces: Lasserre, La Tour d’Argent, Maxim’s, Le Train Bleu. Ya en aquella época se empezaba a cuestionar lo poco saludables que eran algunos platos, pero Dalí no se sube a la incipiente moda y advierte a los lectores de su libro que este está “exclusivamente dedicado a los placeres del gusto; no busquen aquí fórmulas dietéticas”.
Más allá del aspecto culinario del libro, lo que hoy (me) interesa es el arte del mismo. Sí, incluye la receta del “Congrio del Sol Naciente” (?) pero es mucho más placentero, y más sabroso, admirar las pinturas de Dalí.
(Fuente: Open Culture)
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