La Capilla Sixtina, ese increíble lugar en el Vaticano decorado con los frescos de Miguel Ángel, no necesita mayor descripción. Cada año (al menos hasta el año pasado, claro) es visitado por unos 4 millones de turistas. Entre las muchas particularidades del lugar, hay una especialmente molesta para esos turistas: allí no se permite tomar fotografías ni filmar videos. Cuando uno se entera de esa prohibición, tal vez al escuchar los alaridos de los guardias de seguridad, lo primero que piensa es que la razón es proteger las pinturas de los flashes de las cámaras (hoy teléfonos celulares). Pero la verdadera razón tiene su origen en la restauración de los frescos, que comenzó en 1980 y llevó casi 20 años. El tema fue que cuando los responsables del Vaticano decidieron encarar la restauración, el presupuesto excedía lo que podían pagar, y salieron a buscar asistencia externa. El que hizo la mejor oferta para aportar fondos fue la Nippon Television Network Corporation de Japón, que ofreció 3 millones de dólares (terminaron siendo 4,2 millones), superando a postulantes de Italia y los Estados Unidos. Como recompensa por financiar la renovación de la Capilla, Nippon TV recibió los derechos exclusivos para fotografiar y filmar las obras de arte, y también las fotos y filmaciones que hizo el fotógrafo Takashi Okamura del proceso de restauración. Lógicamente, muchos se quejaron del acuerdo, pero cuando vieron que las imágenes de Nippon eran tan hermosas como detalladas, los críticos admitieron que era la mejor manera de llevar adelante el proyecto. Como resultado del arreglo, Nippon produjo varios documentales, libros de arte y otros emprendimientos que incluían sus videos y fotos exclusivas de la restauración de la Capilla Sixtina. Pese a la expiración de los términos del acuerdo con Nippon, la prohibición de fotos y videos siguió firme. En 1990 el New York Times informó que la exclusividad comercial de Nippon vencía tres años después de cada etapa de la restauración; en 1997, por ejemplo, las fotos del Juicio Final ya no contaban con el copyright de la firma japonesa, porque esa parte del proyecto se había completado en 1994. Y de todos modos, Nippon siempre aclaró que la prohibición no se aplicaba a “simples turistas”, aunque las autoridades de la Capilla la impusieron para todos (quizás ante el temor de un fotógrafo profesional disfrazado de turista). Aunque los oficiales del Vaticano no son tan estrictos cuando se trata de obligar a su cumplimiento, la regla de no permitir fotos ni videos sigue en pie en la Capilla Sixtina. Porque es cierto que miles de flashes pueden llegar a dañar los frescos. Y también es cierto que siempre podemos comprar imágenes en el gift shop. (Fuente: Mental Floss)
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