Me encontré con esto que escribí cuando estaba por empezar este siglo que ya lleva 20 años.
El título es una de mis frases preferidas, de Alberto Lederman, consultor argentino genial y se refiere, obviamente, a aprender a lidiar con la realidad.
Cuando empezaba el siglo mi entusiasmo desbordaba. Yo creí que la democratización de Internet iba a posibilitar, desde nuestra industria, que las marcas aprovecharan que la intercomunicación pasaba a ser casi gratis y que ese ahorro en compra de medios iba a ser destinado a mejores historias creadas y producidas por mejor talento. Eso es lo que se debería haber hecho si se hubiese pensado bien.
Pero sucedió lo contrario. De alguna manera, empresas del mundo de los medios tomaron el control y utilizando métricas engañosas convencieron a marketineros poco audaces a reemplazar el arte de la comunicación por la ciencia –¡¿ciencia?!– de la comunicación expresada por una data muy cuestionable.
Todo esto muy fogoneado por agencias que no estuvieron a la altura, bajaron la vara y fueron desmanteladas por Martin Sorrell.
Ya van 20 años de este siglo y creo que hoy podemos decir más que nunca que una marca es una idea. Es más probable que tu marca sea una idea genial si la rodeas de inmenso talento. Hay que migrar dinero de los medios a la creación y producción de ejecuciones brillantes. Algo que se debería haber hecho hace 20 años.
Nunca es tarde si uno reconoce que se equivocó y que giró para el lado equivocado. Recalculando. Lindo nombre para una agencia.
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