Comenzamos un nuevo año y en el aire aún abundan esos buenos deseos llenos con buena vibra que intercambiamos entre familiares, colegas y amigos durante las fiestas del 2019 que recién culminó.
Por mi parte terminé el año pasado deseando felices fiestas con un artículo que reflexionaba acerca de cómo la fe puede intervenir en el proceso creativo para lograr nuestros objetivos y extendiendo mi invitación a luchar y persistir por el ideal propio.
De ese mismo escrito y a partir de conversaciones con colegas, surge mi idea de hablarles del optimismo como fuente de inspiración y cómo éste puede crear nuevas posibilidad a nuevos mundos. Antes de comenzar, revisemos algunos conceptos básicos acerca del tema.
El término optimismo fue usado por primera vez por el filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz en su obra de 1710 “Ensayos de Teodicea sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal” para referirse a la doctrina defendida en dicho escrito.
Su origen etimológico? proviene del latín optimum: «lo mejor» y se puede definir al optimismo como una postura filosófica que augura lo mejor y lo más positivo de un futuro inspirador. Entendiendo la inspiración como la lucidez repentina que experimenta el individuo y estimula su creatividad en la búsqueda de soluciones a un problema. Es la concepción de ideas que permiten emprender un proyecto y la relación que existe entre optimismo e inspiración representa una enorme cantera creativa.
Ojo, no estoy hablando de convertirse en un hippie y fiarse en que todo será amor y paz. Al contrario, hablo de lograr una visualización honesta de tu realidad que te permita alcanzar tus objetivos a largo plazo pero paso a paso. Algo parecido a lo que dice Neil Degrasse Tyson, astrofísico y divulgador de ciencia: “Uno de los mayores desafíos en este mundo es saber lo suficiente sobre un tema para pensar que tienes razón, pero no lo suficiente sobre el tema para saber que estás equivocado”.
Otro aspecto primordial para aprovechar los beneficios del optimismo para generar ideas es también analizar su contraparte: el pesimismo. El pesimismo (del latín pessimum: «lo peor»), es el término creado por Voltaire que nació como sátira a la filosofía optimista en ataque a Leibniz.
Todos hemos dicho o escuchado a alguien la frase: “Mmmm, yo no creo que se pueda”. Las capacidades individuales no tendrían que ser las verdades absolutas; como dijo Henry Ford: “Si piensas que puedes o que no puedes, estás en lo cierto”.
El pesismismo sería la contraparte de pensar que las cosas pueden encontrar una solución favorable, pero al final todo depende del cristal con que se mira. Sirva de ejemplo el clásico vaso con la mitad con agua.
Entonces, para aprender a encontrar ideas mediante el optimismo, aplica lo siguiente:
Ten una mente abierta. Toda idea nace del pensamiento, así que ten apertura para crear nuevos mundos imaginarios por más extraños que parezcan, así podrás encontrar más posibilidades y mejores soluciones.
Desarrolla un criterio. Que las demás personas no piensen como tú, no significa que estén equivocados, quizá el equivocado ere tú. Compréndelos y aprende a diferenciar entre quién te quiere ayudar a quién te quiere chingar.
No pienses positivo piensa optimista. A diferencia del optimismo, el riesgo del excesivo positivismo puede dejar de lado toda realidad. En ese caso, es aconsejable considerar que aunque pretendes llegar a buen puerto, es mejor estar preparado para la tormenta.
Busca el valor y no el éxito. Es más enriquecedor ser una persona valiosa que una persona exitosa. El éxito implica cumplir metas, lo cual tiene su mérito; pero encontrar el valor en una idea es lo que garantizará tu desarrollo creativo.
Aprende del error. Equivocarse no es el problema sino quedarse atascado en él. Mirar hacia atrás y admitir la equivocación es la base de la experimentación.
La clave para aprovechar tu optimismo como ideario es encontrar el equilibrio. En términos psicológicos, la resiliencia desempeña un papel fundamental en este balance; ser resiliente es tener la capacidad para adaptarse positivamente a las situaciones adversas. Una dosis de realidad pesimista que te prepare cara a la adversidad junto a otra cantidad de optimismo que te ayude a trascender a ella. Recuerda que para preparar un omelette hace falta romper algunos huevos. ¡Échale ganas!
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