Recientemente me platicaron de un libro que se llama “Fuck It”, es de esos libros que no leeré (estoy en contra de todo tipo de libros de superación personal), pero al escuchar el editor no pude evitar pensar en los publicistas.
El tipo abrió diciendo “¿quién odia los lunes?… en realidad no odias los lunes, odias tu vida”. Sin duda recordé todas las quejas de los publicistas: “hago pura mierda, puras cosas vendedoras” “me ponen a trabajar horas extras para hacer cosas de concurso” “pinches cuentas de hueva” “el cliente es un pendejo” “el director es un mamón” y podría llenar varias cuartillas con las quejas más comunes.
¿Será que les incomoda ser publicistas? ¿qué hubieran querido ser?
Por ahí dicen que el pasto de enfrente siempre es más verde. Cada que alguien se cambia de agencia presume el cambio porque llevará “cuantas más chingonas” “ganará mejor” “tendrá un mejor puesto”, y al poco tiempo, empieza con los reclamos “es una chinga” “salimos súper tarde” “la gente es bien pendeja”.
Se han puesto a pensar si en realidad les gusta hacer lo que hacen, tal vez lo que les gusta es quejarse, si es así, son unos afortunados porque lo hacen muy bien. Recuerdo las cartas de los afamados contando cómo rechazaron cuentas, he visto las páginas donde se cuentan los infortunios de trabajar en publicidad ¿de verdad es tan miserable ser publicista?
No me ha ido mal, he tenido el gusto de trabajar con grandes amigos, puedo decir que he trabajado para magníficos clientes, hoy tengo el gusto de dirigir un gran equipo; claro que me cansa no tener la idea precisa a la primera, es desgastante ir a juntas todos los días, atender cuestiones financieras, arreglar problemas internos, aun así, no odio este trabajo.
Es natural que siempre busquemos más, de lo contrario viviríamos en un letargo terrible, pero quejarse no es la opción, genera un pésimo ambiente, deteriora nuestra imagen, crea conflictos, contagia el desgano. No digo que seamos falsos optimistas, por supuesto que la vida son logros y frustraciones, pero en este medio exageramos las quejas.
¿qué propongo? Primero que nada, ser sinceros con nosotros mismos y aceptar si nos gusta o no lo que hacemos. Segundo, como alcohólicos anónimos: “Un día a la vez” solo por hoy no me quejaré, como en fábrica deberíamos poner un anuncio de número de días sin accidentes, solo que días sin quejas.
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