Se dice que cada viaje inicia en el punto de partida, mas en mi opinión, éste empieza desde el momento que se vislumbra el destino, y con la vista puesta en él, se comienza a caminar. Definir metas, plantear retos o lograr objetivos en nuestra vida es parte de la vida misma.
Debido a que los humanos vivimos carentes, buscamos siempre la supervivencia e intentamos vencer los obstáculos que se nos presentan, saliendo adelante con éxito. Desde pequeños somos formados para alcanzar el éxito. Se nos implanta en la mente la idea de ser profesionales exitosos, formar una familia exitosa o triunfar en los negocios, pero… ¿qué significa el “éxito”?
La palabra “éxito” proviene del latín exitus que significa salida. Por consecuente el concepto hace referencia al efecto de una acción o emprendimiento que resulta en llegar a un lugar, alcanzar una meta o cumplir un deseo.
La idea del éxito es subjetiva y relativa en cada uno de nosotros. Si para alguien ser exitoso es tener riqueza o fama, en otro es vencer la enfermedad, aprender un nuevo idioma o dejar de fumar. En cualquiera de los casos, el fenómeno del éxito deviene de un sentimiento de logro y satisfacción que todos anhelamos.
En repetidas ocasiones, se ha dicho que los medios de comunicación son un tanto responsables de la ilusión de siempre “ser un ganador”, intentando suplir el hueco emocional mediante cosas materiales que nunca no alcanzan la supuesta “felicidad” que prometen.
Recuerdo una canción de Natalia Lafourcade que dice: “nunca es suficiente para mí, porque siempre quiero más de ti”, ¿cómo medir cuánto es preciso?, ¿cómo saber cuánto es mucho o poco? En la mayoría de los casos todos deseamos obtener mucho pero poco hacemos para lograrlo. Delimitar es parte del logro.
Por otro lado, existe también el miedo al éxito para no alcanzar el objetivo, como una suerte de autosabotaje ajeno a la consciencia; no por el éxito mismo, sino por lo que se asocia a éste; un incremento de la responsabilidad o el alejamiento de los seres queridos. El proceso para el éxito viene acompañado en parte por satisfacción y parte frustración, éste consiste en obtener lo que se desea y no en pelear por lo que se exige, es ahí donde entra el pensamiento creativo.
A diferencia del positivismo que finca su ethos en creer en uno mismo y ser optimista, el pensamiento creativo nos ayuda a crear y producir soluciones a las adversidades, no en el sentido pesimista sino frente a una realidad dinámica. La creatividad abre posibilidades basándose no sólo en repetir “sí se puede”, sino considerar en ocasiones retroceder o hasta desistir de ciertas acciones en pro del objetivo final.
Dicen que el éxito está en la mente y aunque esta frase suene como sacada de un libro de auto-ayuda, en su interior yace el significado de algo más profundo íntimamente relacionado con el placer del logro.
La pesadez de las imposiciones sociales, paradójicamente ha cedido a la ligereza del compromiso. Se ha normalizado la satisfacción inmediata y el éxito, como el fin de un proceso, pierde sentido en una cultura del poco esfuerzo, haciendo del destino un lugar inalcanzable si éste implica algo de sufrimiento. Ser creativo es adoptar un pensamiento mutante que se adapta en relación con cada situación, incluso redefinir conceptos o ideas para así revolucionar el pensamiento.
Como dice el dicho… Todos los caminos llevan a Roma, así que para lograr nuestras metas, habremos de emplear el método que mejor nos acomode, pero si de principio no definimos nuestro destino sin asumir lo que implica llegar a él, nunca estaremos conformes con lo que hagamos y desistiremos en cada intento. Siempre he desconfiado ante cualquier aspecto que apele a lo absoluto, la vida es cuestión de equilibrio y saber sortear los problemas con una mente flexible y un pensamiento en constante adaptación nos llevará a saborear el dulce sabor del éxito… tu éxito.
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