No puedo enfatizar lo suficiente cuánto amo la comida. No solo por los sabores, aromas y sensaciones que la acompañan, sino por las historias que generan: detrás de un café yace un reencuentro de amigos, una cena trae consigo un recuerdo, entre otros. Mi mamá siempre me ha dicho que los mejores y más prósperos negocios se basan en satisfacer las necesidades básicas de los consumidores: los servicios que proponen un techo donde vivir, un menú para saciar el estómago y, bueno, un baño confortable, son los que tienen mejor acogida. En cierto sentido estoy de acuerdo, pero yo añado siempre el factor emoción, porque las emocionan conectan más allá de lo básico. Así que por qué no mezclar las más geniales: historias con comida, mira qué genial.
“Foodie” es definido por el Diccionario de Cambridge como “Una persona que ama la comida y se muestra muy interesado en sus distintos tipos”; el término es altamente asociado con el adjetivo “epicuro”, persona que disfruta de la comida de gran calidad, pero a mi me gusta verlo como alguien que ve a la comida como un modo de vida. A lo que me refiero con esto es a que todo lo que hace siempre rodea el espectro gastronómico: conocieron al amor de su vida en una panadería, los llamaron para el trabajo de sus sueños mientras almorzaba en casa de su abuela, su cafetería preferida fue el hogar de sus mejores remembranzas. Las historias que más los desafiaron y trajeron consigo grandes emociones se desarrollaron junto a algún platillo, bocado o bebida. Si bien es cierto, el término es nuevo, pero se ha impulsado toda la vida, desde tiempos inmemorables; sin ir muy lejos, mi abuelo siempre lo fue. Sus mejores historias tenían siempre algo como “y pasó mientras tomaba un helado de frambuesa” o “y esa vez comía un seco de pollo buenísimo”.
¿Por qué ahora parece que los foodies dominan el mundo? Porque se dieron cuenta del potencial que tienen. La creatividad está de su lado porque no ven a la creatividad como algo lineal, sino como un todo del cual obtienen ideas; cocinan, experimentan, crean cuentos y conceptos basados en experiencias sobre el sartén, dentro de la cafetera o sentados en la mesa. Esa es exactamente la lección de creatividad que todos necesitamos.
Hace no mucho tiempo, se anunció la lista de aquellos estudiantes y jóvenes creativos que conformarán la clase de este año de la Roger Hatchuel Academy en Cannes Lions 2019, y lo que pude obtener como factor general de todos ellos fue lo diferentes que eran el uno del otro. Cada uno ve a la creatividad desde un ángulo diferente, pero todos están abiertos a entenderla como un todo del cual se pueden inspirar donde sea que se encuentren, bajo distintos referentes y antecedentes.
Los grandes storytellers del futuro son los que se mostrarán dentro de la industria para cambiar el paradigma de todo lo que creemos como normal o conveniente. Es por eso que creo firmemente en el potencial de los foodies y de aquellos que tienen su misma línea de pensamiento, los que crean historias a partir de distintos puntos de vista, porque son ellos los que alzan la voz y quieren ser escuchados.
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