Un poco después de la revolución industrial, empezó a medirse a las personas por medio de comunidades, audiencias y masas; por medio de ciertas formas de comportamiento podrías determinar a qué grupo de personas pertenecía cada quién y la automatización de la sociedad era inevitable.
Con el paso del tiempo, y el ingreso de la sociología como una ciencia, fuimos comprendiendo que cada persona es distinta, sobre todo dependiendo del ambiente en el que se encuentra, dónde nació y a que medio o medios se encuentra expuesto. Es entonces que empezamos a comprender por medio de herramientas como la psicología por qué las personas actúan de cierta manera. Esto continuó dibujando una línea entre grupos sociales, incluso quienes no entraban en ninguno tenían su propia comunidad.
Actualmente en el mundo de marketing y las redes sociales hemos llegado a comprender, por medio de la digitalización de perfiles, que cada persona es un mundo distinto y, por ende, no pueden ser categorizadas dentro del mismo espectro. Dos hijos de la misma madre, educados y criados bajo las mismas reglas y conceptos pueden llegar a ser dos polos completamente opuestos, ya que tienen percepciones distintas de la vida, personalidad, caracteres, experiencias, entre otros que se cultivan a través de sus gustos, aficiones y personas con las que se rodean.
Fue así que, en lugar de automatizar personas, se automatizaron los conceptos. El auge de las redes sociales trajo consigo al más querido y preferido algoritmo, el cual segmenta a las personas como perfiles individuales, cada uno diferente al otro, considerando sus gustos por medio de likes, canciones reproducidas, mails eliminados, etc, de manera que se cuide al consumidor en lugar de lanzarlo a las multitudes sin considerar en lo más mínimo sus características más propias.
Una vez que las máquinas empezaron a conocernos aún más que las propias personas, empezamos a apegarnos mucho más a ellas, ya que nos presentan lo que queremos ver en el momento adecuado. Es por esta razón que muchas veces nos sentimos observados, ya que cuando estábamos hablando de un tema en específico Facebook nos lanza un aviso precisamente de ello; eso nos dice mucho acerca de cómo nuestra forma de ser se encuentra cifrada de tal manera que ya entienden cómo somos con una simple interacción en cualquier red social.
Teniendo esto como consideración, las marcas empezaron a eliminar los mensajes automáticos y las respuestas unificadas para empezar a comunicarse con su consumidor uno a uno. Ya no se hacen campañas para una gran audiencia, sino que se crean experiencias de usuario en donde el consumidor sienta que se les habla de tú a tú. El concepto de target que trata a las personas dentro de un grupo en específico fue cambiado por aquél en donde el consumidor adquiere un nombre, se les habla como individuos y se les cuenta a cada uno de ellos por qué son importantes.
Esta es la clave de cada negocio exitoso, no jactarse de conocer al consumidor, sino tomarse el tiempo de verlos, hablarles por su nombre, hacerlos entender que gracias a ellos el negocio existe, y lograrlo. Es momento de comprender que meterlos a todos dentro de una botella no genera campañas efectivas: si queremos que el cliente se fije en nosotros, tenemos que ser capaces de personalizar el mensaje y darles a entender cuán grande es la importancia que tienen en el giro del negocio.
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