No sé si soy yo, pero definitivamente le he declarado la guerra a los publirreportajes. En toda mi carrera, que no es tan larga que digamos, pero si espesa, me he topado con un sinnúmero de clientes ególatras quienes consideran que crear contenido de valor es básicamente alabar a sus marcas: “Es que yo soy el único en hacer esto”, “Es que sólo yo traigo tal cosa”, “Fuimos los primeros en abordar esto otro”… Bueno, vamos a darles una pequeña lección acerca de qué es verdaderamente el contenido de valor y, sobre todo, cómo se utiliza a nuestro favor a partir de nuestro diferenciador.
Desde los inicios de la humanidad, buscamos hacer clic con todo: Entre nosotros buscamos conectar por medio de gustos y formas de pensar, o también con cosas, ideales, entre otros que nos ayuden a formar parte de un grupo y podernos identificar. Si los que leemos el publirreportaje somos todos humanos, ¿por qué no buscamos también conectar con ellos? Es bien sabido que las campañas emocionales que intentan apelar a nuestros sentidos más profundos, es obvio que tenemos que utilizarlo como recurso con el fin de conectar nuevamente con nuestra audiencia.
Les doy un pequeño reminder que estoy segura que todos aquí reconocemos: A nadie le gusta leer una nota, ojear un artículo, ver un video, etc, en donde se repita una y otra vez lo “sorprendente” e “innovadora” que es una marca (porque esas son sus palabras más utilizadas), utilizando como referente al gerente de marketing de la marca y su asesor comercial con fotos sobre expuestas y un cielo azulado de la empresa en toda su magnificencia. Estoy completamente segura que la única persona que se emociona al leer algún artículo así es el dueño de la empresa (si es que tiene tiempo y voluntad de hacerlo).
Parte de la revolución creativa que propongo, al derrocar al sistema de publirreportaje es poner en su lugar al contenido patrocinado. ¿Qué es esto? El verdadero contenido de valor. Noten la diferencia entre estos dos titulares:
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El primer titular no llama la atención: sin leer la nota sabemos que no es contenido que nos interese al 100%, es más, a lo mejor obtengamos como lectores una información adicional invaluable, pero no nos llama a que hagamos algo con ella. El segundo, por otro lado, es mucho más dinámico, tiene razón de ser y le habla a un nicho en el mercado que puede crear un lazo con dicha compañía.
Así es como se utiliza un atributo diferenciador: se le define y se le aplica en todos lados de manera sutil, sin necesidad de meter a la marca, su “innovación” y “perfección” en cada línea del texto. Siempre he considerado a los redactores como una herramienta indispensable para la comunicación, ya que por medio de ellos se llega a las masas, quienes al final toman la decisión de compra. Sin embargo, todos somos humanos y si una marca debe destacar, tiene que regresar a su preconcepto: lo natural, emocional y humano. Dar unos pasos hacia atrás es evolucionar, recordemos que dentro del mundo del marketing y contenidos no importa a quién le hables, importa lo que digas.
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