Los signos viales tienen diferentes leyendas, colores y formas, pero estas diferencias no son azarosas sino que tienen una razón de ser basada en el diseño. El origen de estas formas —aparentemente caprichosas— sucedió en los Estados Unidos y hoy se aplican en casi todo el mundo.
Resulta que a principios del siglo 20 las rutas estadounidenses eran un verdadero caos: los conductores no necesitaban licencia, las líneas que marcan los carriles no existían y los signos PARE (“STOP” en inglés, “ALTO” en México) no habían sido inventados. Cuando el primero de estos apareció, en Detroit en 1915, era pequeño, blanco y cuadrado. Pero en 1923, la oficina de autopistas del Estado de Mississippi sugirió un cambio: hacer que las formas de las señales de tránsito alertaran sobre los riesgos del camino. La lógica era simple y consistía en que cuantos más lados tuviera una señal, más peligroso era el tramo que venía a continuación.
De este modo, los círculos (cuyos lados consideraron infinitos) marcaban los mayores riesgos, como un cruce de ferrocarril. Los octágonos anunciaban los segundos riesgos más peligrosos, como intersecciones de rutas, caminos o calles. Los rombos designaban tramos menos riesgosos, y los rectángulos eran solamente informativos. En el caso particular de los octágonos que dicen ALTO, su forma permite a los conductores identificarlos incluso si lo ven desde atrás, y también era mucho más sencillo verlos de noche (en aquella época las señales aún no eran luminosas).
Hoy seguimos usando este código. Aunque, claro, muchos no los respeten.
(Fuente: Wikipedia)
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