Me invitaron al Latino Impact Summit en las Naciones Unidas en NY en Diciembre del año pasado, para que contara mi experiencia, como mujer, en tecnología. ¡Vaya tema! Decidí abordarlo desde una perspectiva personal.
Pensé en algo de historia. Ava Lovelace fue la primera mujer programadora, en un tiempo en el que los ordenadores ni siquiera existían, y las mujeres que trabajaron en el equipo de Grace Hopper y de Alan Turing fueron pilares de desarrollo para la creación de una ciencia tecnológica moderna. A partir de los 80, la proporción de mujeres en tecnología comenzó a frenar y disminuir hasta que, hace al menos unos 10 años, este tema empieza a ser prioridad en el sector.
Pensé en la data. En las grandes compañías tecnológicas entre un 15% y hasta un poco más de un tercio de los empleados son mujeres (World Economic Forum)
Pensé en el posible origen de esta brecha. Parte del desafío está en que las niñas eligen en menor proporción carreras vinculadas al mundo STEM (science, technology, engineering and math) y por lo tanto el gap viene desde el comienzo del ciclo de desarrollo profesional.
Pensé en las razones. Es importante tener más mujeres en tecnología, no solamente por un tema de diversidad, integridad e inclusión evidente, sino porque la tecnología es el origen de la innovación y las soluciones innovadoras necesitan venir de la amalgama entre el cerebro femenino y el masculino, para que los inventos sean aún más potentes y representativos.
Y conté mi experiencia. Ser mujer y trabajar en tecnología, lejos de acercarme a una postura reivindicativa o de frustración, me ha retado a redefinirme, cuestionarme y darme cuenta de la responsabilidad que tengo de aprender y contar lo que voy aprendiendo en este camino.
Quiero contar aquí tres aprendizajes de este proceso.
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Desaprender
Sí, parece que lo primero que viene a la mente al pensar en el trabajo en tecnología es que hay que aprender mucho y rápido. Es verdad. Pero antes y durante, para que eso sea posible, hay que desaprender, borrar el disco duro de archivos que no sirven para este mundo.
Un ejemplo de esto es la necesidad de desaprender la actitud y creencias ante el error, visto casi siempre como fracaso, y algo a ser evitado y si ocurre, ocultarlo. Sin embargo, cuando el error está dentro del plan se convierte en un piloto y cuando reiteramos este proceso una y otra vez para maximizar el aprendizaje, estamos practicando la metodología Agile, originalmente pensada para el diseño de software y ahora aplicada al mundo del emprendimiento. El error, cuanto más temprano, y más barato, más útil.
Otro ejemplo es que las ideas necesitan ser aterrizadas, concretizadas y ser soluciones y no sólo conceptos; cuando trabajo o hablo con desarrolladores siempre están pensando «cómo se puede aterrizar esta idea para que le sirva a alguien»; «cómo una idea puede ser además, una solución», pasan de ser pensadores a ser también artesanos.
Este proceso de desaprendizaje es ideal que empiece lo antes posible; por eso en la educación a las niñas es extremadamente importante que puedan ver en la tecnología una vocación, una manera de vivir y una profesión.
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Asombrarse
Cuando nos hacemos mayores se ve casi mal que nos asombremos, siempre llevamos esa actitud de “yo lo he visto todo” (o en inglés “been there, done that»). Se valora la experiencia, la sabiduría y la mirada sabia que no se sorprende con nada. Y sí, esto es importante, pero la capacidad de asombro es algo que jamás debemos perder.
Es una puerta a la innovación, al cuestionamiento del status quo, al descubrimiento, al invento y creo que también, una fuente de alegría cotidiana.
Mantiene a nuestro cerebro flexible y permite que la neuroplasticidad actúe para crear nuevos caminos y no transitar 1,000 veces los mismos.
Lo más difícil parece ser asombrarse en la cotidianidad; desde la milimétrica exactitud con la cual el cuerpo humano funciona hasta la realidad de que esa estrella que vimos anoche se pudo haber extinguido hace millones de años.
Los filósofos lograron establecer sus marcos teóricos y de reflexión, que aún nos guían porque no paraban de preguntarse cosas, el Diálogo Socrático se trata de jugar con la ignorancia para hacerse preguntas nuevas.
La raíz de la innovación tecnológica –estoy convencida– que no es sólo el conocimiento, sino la capacidad de asombro de sus creadores.
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Pensar en prototipos
Cuando yo pensaba en prototipos, me dirigía mentalmente a la imagen cliché del robot o aparatito que está siendo probado y que probablemente no funciona muy bien. Pues no.
El prototipo es una mentalidad, no es una cosa.
Es una mentalidad que implica que siempre podremos llegar a la idea mínima viable a ser compartida, testeada y contrastada con la realidad. Ahora, en todos los workshops en los que participo, prototipamos las ideas finales que salen, puede ser un dibujo, lego o plastilina, pero hay un comienzo concreto del que se puede opinar con más fundamento y que, además, es un comienzo también tangible de un siguiente paso de diseño. Para cualquier proyecto o incluso para nuestra vida, el concepto de pivotar se conecta con esto: se trata de cambiar la estrategia sin cambiar la visión, y estos cambios de estrategia (de producto, de línea de negocio, de empresa o carrera) pueden verse como prototipos de acercamiento a esa visión.
Por ahora, tres grandes aprendizajes. Desaprender. Asombrarse. Pensar en prototipos. Seguro vendrán muchos más. Seguimos.
Twitter @marianaenmez Instagram soymarihdez
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