Dentro del medio hay gente talentosísima: creativos que entienden a su target y logran hablarles en su idioma; directores de arte con ojos tan exquisitos que son capaces de convertir una idea promedio en una pieza de premio; estrategas que dominan su entorno; cuentas que entienden la importancia de un brief… pero también hay otros que simplemente saben escuchar, reconocer la idea… y poner su nombre en ella.
Si estás dentro del medio, ya debes haber escuchado alguna historia de terror: desde el director creativo que recibe las felicitaciones por las desveladas de un equipo que ni siquiera escucha un “gracias”, hasta la del VP que, urgido de premios, lanza una “convocatoria” a todos los miembros de su agencia para que presenten ideas, desarrolla la de una trainee, gana un Grand Prix, 2 platas y un bronce… y ni siquiera menciona en los créditos a la joven autora (¿demasiado específico? cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia… o no).
En fin, cualquiera con mucha ambición -y generalmente poca ética- puede convertirse en un Rockstar, pero eso no quiere decir que sepa hacer música.
¿Alguna vez has escuchado un ensamble de jazz? Si no, enfoquemos tus referencias: olvida por un momento a Whiplash y Terence Fletcher y concéntrate en Sebastian de Lalaland. Piensa en la libertad y espontaneidad que el género permite: cada instrumento funge un papel casi independiente, un saxofonista puede ir “por su lado” y convivir sin problemas con un chelista que -podría parecer- va por otro. Siempre y cuando se respete tiempo y tono, cada músico puede interpretar su propia versión de la melodía y coexistir en el mismo escenario. Tanto así que dentro del género existe una “tradición” en la que varios músicos, generalmente sin previo aviso y sin conocerse entre ellos, suben al escenario a improvisar. Este “fenómeno” se conoce como Jam Session. El jazz es capaz de convertir el caos, en arte.
En la era en la que el caos domina el ambiente de agencia, tenemos mucho más que aprender del jazz que de los Rockstars:
- Apégate al brief: En una Jam Session, los músicos pueden no conocerse, pero teniendo claro hacia donde van y qué están haciendo, pueden cumplir el objetivo: crear música. En publicidad, entre tanto puesto inventado, puedes no saber qué hace cada quien, pero no te compliques: apégate al brief (tu tiempo y tono) y concéntrate en hacer bien lo que te toca a ti. Ponle cariño, y fluye junto a tu equipo, ¿tienes dudas de la entrega? ¿crees que falta algo? Habla. Haz todo lo necesario para que, juntos, logren la mejor entrega posible.
- Concéntrate en lo que vale la pena: Hace unos días, en uno de estos ensambles, alguien del publico felicitó a un bajista por un solo que interpretó. El bajista respondió que moría de miedo y ni siquiera lo disfrutó pensando en los errores que estaba cometiendo; errores que, como publico, jamás notamos. En nuestro día a día, puede suceder algo parecido: nos estresamos por cosas que, en el plano completo, no importan: Hacemos publicidad, ayudamos a las marcas a crecer a través de los consumidores, lo demás es relleno. No te claves creando racionales pretenciosos que el target no va a entender. No te desgastes por el layout de una presentación para cliente. No si eso te quita tiempo -y energía- para la verdadera entrega: la que verá el target.
- Fluye con tu equipo: El jazz funciona porque cada músico logra encontrar el equilibro entre escuchar y accionar. ¿Sabes lo primero que necesitas para escuchar? Callarte. No todo es reacción. No hables si no tienes nada que decir -aplica para ti y para tu marca-, dale tiempo a que los otros “instrumentos” brillen y, mientras lo hacen, descansa. Disfruta de tu equipo y valóralo, de nada sirve competir entre ustedes.
A diferencia de los Rockstars, los ensambles de jazz funcionan en conjunto. En la era del caos de agencia, lo menos que necesitamos es gente con complejo de diva que busque sobresalir sobre el bien de quienes lo rodean. La verdadera grandeza no se consigue humillado, sino entendiendo a tu equipo, tu marca y tu papel entre ambos.
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