Todos somos influencers, es el lema que guía mi trabajo con plataformas de marketing digital. Y digo con absoluta certeza de que todos lo somos, aunque nos hayan hecho creer que solo son influencers los famosos o aquellos que tienen legiones de seguidores.
Lo he dicho muchas veces, pero no me canso de repetirlo: las redes sociales son cercanía, son en la esfera digital, el sucedáneo de la plaza, la calle, el bar con los amigos. Y el lugar donde encontramos personas que influyen en nuestras decisiones porque las percibimos como cercanas, ya sea porque pertenecen a nuestra red inmediata de amigos o familiares, o que seguimos en las redes porque algo en su mensaje nos ha hecho clic y las consideramos casi como un amigo, aunque nunca las hayamos visto en persona.
Y todo esto no tiene nada que ver con la fama o con los números, sino con la cercanía, y la confianza. Así como confiamos en otras personas en las redes también nosotros tenemos capacidad de prescripción sobre otros.
Desde que apareciera Facebook en 2004 han habido muchísimos cambios, pero si algo está claro y que con seguridad será la guía para 2019 es que cada vez más las plataformas sociales premian la cercanía con algoritmos que dan preferencia al entorno cercano o a nuestros “amigos” y nos muestran cada vez más aquello con lo que realmente interactuamos.
Según datos de Statista, en 2017 el valor de mercado de influencers de Instagram –actualmente la plataforma más popular– en todo el mundo se estimó en más de mil millones de dólares. Este valor se proyecta a más del doble para 2019: 2,38 mil millones. El 2019 será el año en el que todos seremos influencers.
Llevado al campo del marketing digital, esto significará que ya no habrá un influencer pequeño, sino que todos en la medida que somos cada vez más activos en las redes sociales somos influyentes en el espacio que nos toca.
Y las marcas lo saben. Las redes sociales son en la era digital donde mejor funciona el boca-oreja. Es decir, el sueño de la publicidad de toda la vida, el de llegar uno a uno con un mensaje.
Pero la saturación de campañas con grandes influencers ha dado en el último año resultados bajos en kpis de engagement y desencanto por parte de marcas y consumidores.
Si nos fijamos en los millenials y la generación Z, son generaciones que han crecido con esta tecnología, por lo que están muy acostumbradas a ver a las personas hablar sobre los productos que les gustan y recomiendan, y ellos hacer lo mismo en sus canales de redes sociales. De hecho, según un estudio reciente, el 53,6% de los millenials y el 60,7 % de los de la generación Z quiere dedicarse profesionalmente a ser influencer.
Gracias a las plataformas de marketing digital con influencers, se puede trabajar con muchos microinfluencers (con menos de 10,000 seguidores), incluso con los llamados nanoinfluencers (menos de 1,000), a la vez y – muy en línea con la era on demand– crear las campañas a la medida de nuestras necesidades.
Lo más importante: el marketing digital ya no es un terreno de cifras inciertas y suposiciones, la industria ha madurado y hoy todo es medible.
Nuestros resultados son tangibles lo que permite no solo conocer mejor nuestro target sino hacer campañas mejor dirigidas a nuestros objetivos.
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