Hablamos a diario sobre la libertad que tenemos en esta era tecnológica pero, en realidad ¿somos seres libres o seres vigilados?
En China por ejemplo se habla de una dictadura digital, les pregunto entonces ¿la libertad es una ilusión?
En Estados Unidos se preocupan por la democracia, pues consideran que las empresas de tecnología exacerban y polarizan la política al facilitar la propagación de desinformación, entre tantas noticias falsas cómo saber qué es verdad y qué es mentira.
Al citar estos dos ejemplos el de China y Estados Unidos me queda esta interrogante, ¿podemos hablar de países cuyos gobiernos se convierten en el Gran Hermano?
A partir del XIX Congreso Nacional del Partido Comunista de China que concentró el poder del Presidente Xi Jinping se encendieron las alarmas, pues los observadores advirtieron que se creó una dictadura en la era de la información. El gobierno cuenta con datos muy detallados sobre las necesidades, sentimientos y aspiraciones de los ciudadanos chinos, esto permite a los líderes del país tener información sensible de la que se benefician, vemos entonces que usan big data en lugar de la fuerza bruta o de choque para asegurar su estabilidad como gobierno.
China cuenta con más de 170 millones de cámaras de videovigilancia con capacidad de reconocimiento facial, siguen cada paso de todos los ciudadanos; su sistema de seguridad con inteligencia artificial puede detectar a sospechosos de delitos, generar alertas tempranas a la policía ante la posibilidad de incidentes, etc.
Crédito Social
Las cámaras de vigilancia de China alimentan el banco de datos de crédito social, el régimen compila grandes archivos sobre la calidad crediticia, patrones de consumo y fiabilidad general de su gente.
El gobierno chino implementó un sistema de calificación ciudadana basado en la confiabilidad, el gobierno premia o penaliza a los ciudadanos en función de su comportamiento en la vida real. A través de un algoritmo analizan las calificaciones sociales, políticas, fiscales y financieras.
Criticar esta decisión del gobierno es considerada como un ataque directo por lo que opinar diferente se penaliza en la calificación, también repercute negativamente si ha causado algún problema en un vuelo, si alguna vez se subió en el tren sin pagar el pasaje, si ha difundido una información falsa de terrorismo o si llamó a emergencias sin ningún motivo.
El algoritmo también recoge multas de tráfico impagas o el tipo de compras que realiza la persona. De esa forma saben si cada ciudadano es una persona de confianza o no.
Si la persona tiene una baja puntuación en este crédito social, podrá ver que no puede acceder a comprar un billete de tren o de avión, tendrá problemas a la hora de alquilar una vivienda, beneficiarse de los servicios públicos o contratar cualquier tipo de seguro.
Este es un corto listado de las sanciones que se aplican:
- Será revisado minuciosamente si cruza la frontera de China.
- No podrá optar a cargo público.
- Será excluido de hoteles y restaurantes lujosos.
- Perderá acceso a la seguridad social.
- No podrá comprar un billete de tren o de avión.
- Lo excluirán de puestos de alto nivel en el sector alimenticio y del medicamento.
- No lo atenderán las agencias de viajes.
- Sus hijos no podrán acceder a los colegios privados más caros.
Lista negra social
Si ha cometido cualquier tipo de delito o si tiene un crédito social bajo estará un año con esas prohibiciones, pasado este tiempo se revisará para evaluar si es apto para sacarle de esa lista negra social o ampliar el castigo un año más y seguir siendo un ciudadano de segunda clase.
Tener un crédito social bajo le hace ser una persona poco confiable, hay que recordar que el gobierno chino obliga a sus ciudadanos a tener una aplicación de vigilancia en sus teléfonos, así como ser espiados las 24 horas del día mediante los millones de cámaras equipadas con inteligencia artificial.
El régimen comunista chino se sirve de la tecnología para controlar a la sociedad. Intentan venderlo como una herramienta para incentivar el buen comportamiento pero lo cierto es que se pretende intimidar a la sociedad y privarla de su libertad fomentando la marginación social.
Los ciudadanos tendrán la ilusión de ser libres y estar empoderados, al cumplir muchos de sus deseos más profundos; en realidad, sus vidas, la información que consumen y las opciones que prefieren estarán determinadas por algoritmos y plataformas controladas por élites corporativas y de gobierno que no tienen que rendir cuentas.
Las plataformas, webs, aplicaciones y más formatos en que se basan las innovaciones sociales de la economía digital, definen y miden directamente qué elementos son los que hay que tener en cuenta para decidir si se confía en alguien o en algo.
Las asimetrías de poder se acrecientan y al final, las personas que participan de esa red pueden acabar siendo siervos o víctimas de una visión determinada y posiblemente interesada.
Esta no es la historia de una serie de Netflix o Youtube, es la realidad de un país que es una potencia mundial, quizás en países más pequeños y no tan desarrollados como el caso de China, estamos algo rezagados de esta realidad, pero en un futuro a mediano plazo también deberemos acostumbrarnos a ser vigilados.
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