Si tuvieron la suerte de visitar España y recorrer algunas de sus rutas y autopistas, en algún momento se habrán encontrado con la silueta gigante de un toro a un costado de camino. Ese toro está cumpliendo 60 años (apareció en 1958), y su origen es publicitario. Se lo conoce como el “Toro de Osborne” ya que fue esa bodega la que encargó la figura para promocionar su brandy. La idea fue del publicitario Manolo Prieto y el prototipo del toro ya había sido instalado en Madrid un año antes, en 1957. El presidente de la Fundación Osborne, Tomás Osborne Gamero-Cívico, afirma que el toro se ha convertido en un punto de encuentro entre comunidades y un verdadero ícono del diseño español reconocido internacionalmente. La primera versión del Toro de la Carretera, como también se lo conoce, se elaboró en madera, tenía cuatro metros de altura, y se ubicó en el kilómetro 55 de la ruta N-I, en Cabanillas de la Sierra, Madrid. Un año después ya había 15 toros y durante la década de 1960 la cantidad de siluetas llegó a 500. Pero en 1962, una nueva normativa estatal de carreteras obligó a alejar al toro de las rutas para no distraer a los conductores; lo que sucedió fue que emplazaron al toro en lugares más elevados y aumentaron su tamaño, por lo que terminó siendo más visible que antes. Ahora las siluetas estaban hechas de metal, medían 14 metros y pesaban 4.000 kilos soportados por 4 torretas metálicas. Por aquel entonces, en España comenzó a popularizarse la frase “más grande que el Toro de Osborne”; en 1972 la figura llegó a la tapa de The New York Times Magazine como ilustración de un artículo sobre el franquismo tardío. En 1987, la nueva ley de carreteras directamente prohibió la publicidad al costado de la red de autopistas y el toro parecía definitivamente condenado. Sin embargo, un año después la Junta de Andalucía lo declaró Bien de Interés Cultural, asegurando su supervivencia. Recién entonces desapareció la publicidad del brandy en la silueta. Pese a ello, en 1994 el gobierno español le impuso una multa de un millón de pesetas a la empresa Osborne, porque interpretó que el toro era publicidad subliminal de la marca (aunque la figura ya no tenía absolutamente nada que la identificara como un anuncio de la bodega). En 1997 el Tribunal Supremo de España terminó con la cuestión: sentenció que con el tiempo el toro había superado su sentido publicitario inicial y se había integrado con el paisaje. “La causa de su conservación”, declaró el Tribunal, “es el interés estético o cultural que la colectividad ha atribuido a la esfinge”. Hoy existen 88 toros distribuidos en 36 provincias de 15 comunidades y en la ciudad autónoma de Melilla, es decir, en toda España menos Cantabria y Ceuta. Cuando vean uno recuerden que, como tantas otras cosas, nació de una campaña publicitaria. (Fuente: lanacion.com.ar)
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