En este espacio he hablado varias veces de fútbol. Hablé en su momento del nacimiento de la Liga MX femenil y de los pasos fuertes que ha dado en comparación con su similar varonil, de la proeza de Lobos BUAP y la pesadilla que vivían para poder firmar un contrato digno para que sus partidos en primera división pudieran verse en la televisión mexicana.
Desde mi particular punto de vista, como un aficionado más al fútbol, me gusta pensar que este deporte es un fenómeno social digno de analizarse. El comportamiento de los aficionados, lo que uno es capaz de hacer por su equipo y la forma en que 11 tipos corriendo en una cancha de fútbol detrás de un balón pueden unificar a un centenar de personas.
Pero así como siento y vivo el fútbol de una manera especial, también soy uno de sus principales críticos cuando las cosas que se hacen mal no se hablan con franqueza.
El fútbol ha sido muestra del fanatismo desbordado, mal entendido, aquel que anula los sentidos y convierte al “aficionado” del fútbol en una bestia violenta sin control.
Alrededor del mundo, el fútbol se vive de formas diferentes y en todas las ligas del planeta existen partidos que involucran sentimientos añejos, los llamados clásicos.
Estos partidos se juegan con una atmósfera diferente, la camiseta pesa más que nunca, se defiende el honor, la historia y las grandes hazañas de un club. Es tanta la tensión de estos cotejos que lamentablemente se han visto manchados de sangre en varias ocasiones.
El Panathinaikos vs Olympiakos, en su edición de 2007 se convirtió en una tragedia cuando un aficionado de 22 años del Panathinaikos fue apuñalado hasta la muerte en una riña entre barristas.
Otro bochornoso hecho ocurrió en el superclásico argentino, considerado el partido más importante en toda América Latina: Boca Juniors vs River Plate. Una rivalidad que ha rebasado lo deportivo en un sinfín de ocasiones, la última vez y quizás una de las más vergonzosas para el fútbol argentino sucedió en 2015.
Las eliminatorias de la Copa Libertadores se jugaban para definir qué equipos accedían a los cuartos de final del certamen. River había ganado el partido de ida en El Monumental, con el 1-0 llegaban a casa de los Xeneizes en donde una victoria del cuadro de Boca les aseguraba el pase a la siguiente ronda.
Los pronósticos para este encuentro se centraban en un partido cerrado y así transcurrió el primer tiempo. Luego del descanso, el cuadro Xeneize saltaba a la cancha con normalidad mientras que, en el túnel del cuadro de River se veía salir a los jugadores con la cara hinchada y los ojos irritados como si algo dentro del vestidor hubiera ocasionado esas lesiones.
El túnel visitante estaba colocado de lado de la barra local y las cámaras de televisión no tardaron en demostrar lo que había ocurrido, los “aficionados” de boca lanzaron gas pimienta dentro del túnel mientras salían de los vestidores del equipo visitante ocasionando quemaduras en los rostros del equipo millonario.
Esto ocasionó que 75 minutos más tarde, el árbitro central decidiera suspender el encuentro por violencia en el estadio, hecho que molestó al cuadro Xeneize pues los jugadores aseguraban que el partido podía continuar y que era una situación menor. Entre compañeros de profesión hizo falta empatía y calidad humana. Boca Juniors pudo vestirse con la bandera del Fair Play acompañando al equipo visitante al túnel de salida para apaciguar los ánimos de su afición pero este hecho no ocurrió. Al contrario Agustín Orión portero del cuadro Xeneize, se acercó a la porra local para aplaudirles el “gesto de quedarse” hasta el final, actitud antideportiva y sumamente criticada por muchos medios.
La sanción a la que llegó CONMEBOL fue descalificar al cuadro Xeneize y vetar el estadio de manera local e internacional por 4 encuentros, una multa económica y la oportunidad de jugar el siguiente año el torneo sin ningún problema.
Esta acción, claramente minimizó el escándalo vivido en la Bombonera, con un castigo tibio y sin ningún tipo de carácter; vaya ni siquiera es un castigo ejemplar.
A pesar de tener tantos ejemplos de fanatismo rebasado, parece que no terminamos de entender que, el fútbol debería ser un deporte de unión y fiesta que ocurre 90 minutos. El pasado domingo fuimos testigos del Clásico Regiomontano entre Rayados de Monterrey y Tigres de la UANL.
Luego de una final de ensueño para los regios vivida en 2017 y de ser considerada una final de alta tensión, fuimos testigos de un partido de alta calidad. Los dos mejores planteles de ese año se encontraron en una final de calidad en donde el respeto imperó dentro y fuera de la cancha en los dos cotejos, en donde al final, fueron los Tigres quienes levantaron la copa en el Apertura 2017 en casa de Rayados.
Justo cuando pensábamos que nuestro fútbol había dado el paso de calidad en nuestros estadios, en la edición del domingo pasado fuimos testigos de que no hemos entendido nada como sociedad. La barra de Monterrey se encontró con la de Tigres en la avenida Aztlán, cerca del estadio Universitario donde se jugaría el partido. En el encontronazo, un automóvil intentó arrollar al grupo de aficionados de Tigres, esto ocasionó que se replegaran perseguidos por la multitud rayada, uno de estos se quedó atrás recibiendo un golpe en la cabeza y tras caer (presumiblemente) sin conocimiento fue golpeado por más de 20 personas mientras estaba en el piso, el cuerpo de un hombre desnudo y apuñalado quedó tendido en el pavimento ante los ojos de varios transeúntes que no dudaron en ayudarlo.
Los vídeos de la agresión rápidamente se dieron a conocer y de igual forma se exhortaba a la cancelación del partido, pues los rumores de que el aficionado agredido había perdido la vida fluían cada vez con más certeza.
El partido se jugó con normalidad y para coronar el bochornoso acto, la dirección de comunicación de la Liga MX lanzó un comunicado por demás tibio y sin ningún carácter dando a conocer su “indignación” ante un hecho que hemos visto en repetidas ocasiones y que parece a nadie importarle.
Es bien sabido que hay un sinfín de intereses en nuestro fútbol, los patrocinios y las televisoras son las mandonas en este negocio y hoy ha quedado demostrado que la vida de un “aficionado” vale poco menos que un 0-0 en un partido para el olvido y que ha quedado nuevamente manchado de sangre, que además, será de lo único que se hable en los siguientes días. La pobreza deportiva y futbolística demostrada en el campo ni siquiera sirve para el análisis, más bien es una obligación analizar el actuar de la Federación Mexicana de Fútbol ante la violencia que sigue haciéndose presente en los estadios de nuestro país.
Indigna mucho que un deporte que une a la gente, que apasiona a millones y que se supone, debería ser un escape a la vida cotidiana, a nuestros problemas y a nuestras frustraciones se tiña de sangre porque se asemeja a una guerra.
Ese fútbol no nos representa, esa afición no nos identifica, la violencia y la brutalidad entre aficionados al fútbol es un cáncer que empeora en una industria que parece importarle más los millones recabados en taquillas y derechos televisivos que la seguridad de quienes semana a semana llenan de color nuestro fútbol.
El fútbol mexicano ha perdido más que en lo futbolístico, ha perdido en lo social y en lo humano. Eso no se recupera con comunicados tibios y posturas mediocres. Ha llegado el momento de que los titulares de la Liga MX salgan ante los medios y den un golpe de autoridad, que se tome la decisión de dar un escarmiento que deje bien claro a todos los que disfrutamos de este deporte que la violencia no forma parte del once titular.
FUENTES:
Brunati, V. (2017) Un Superclásico con el gas pimienta en el recuerdo. Recuperado de: https://argentina.as.com/argentina/2017/05/09/futbol/1494355725_231790.html
Redacción (2018) Apuñalan y agreden con tabiques a fanático de Tigres. Recuperado de: http://www.mediotiempo.com/futbol/2018/09/23/apunalan-y-agreden-con-tabiques-a-fanatico-de-tigres-lo-reportan-critico
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