Existen cientas y miles de palabras que son consideradas groserías porque cumplen el propósito de ofender. Hoy en día como publicista puedo decir, y con certeza, que considero a la palabra “publicidad” como una de ellas.
No busco reprochar mi trabajo o el de mis colegas por encontrarnos sumergidos dentro de esta industria, en realidad quiero decir algo mucho más profundo. Al momento de crear campañas buscamos lo mundanamente conocido como “engagement”: esa conexión casi interestelar con un usuario bombardeado por mensajes día a día. Como marcas, queremos angustiosamente que nos quieran, que se enamoren de nosotros y nos defienden por encima de todo, incluso de nuestras más grandes fallas. Pero, y ahí es donde entra mi argumento, nadie va por la vida gritando “¡ÁMENME!” y le funciona.
Una marca, como todos en realidad, busca tener química con sus consumidores de manera que ellos puedan sentirse involucrados en su conversación, la escuchen y se identifiquen con lo que quiere decir. Si es así, entonces ¿por qué buscamos generarlo a punta de golpes? Es impresionante la cantidad de avisos, vallas publicitarias, artículos, afiches, comerciales que sólo impulsan un único mensaje: “¡CÓMPRAME QUE SOY MEJOR!”.
Este pésimo concepto y aplicación de la palabra Publicidad es lo que hace que, a mi parecer, la misma sea casi como un insulto. No quiero incurrir en decir que “es arte” (pese a que lo crea en una cierta cantidad), pero sí puedo decir que es definitivamente crear con ingenio. El talento y los buenos referentes se fusionan tan bien, pero tenemos que estar dispuestos a hacerlo suceder. Como publicistas somos definitivamente embajadores y comunicadores; las ideas están siempre pimponeando en nuestra cabeza, y más aún cuando nos dicen que tenemos licencias para volar.
Nos hemos restringido tanto por los baches que se nos presentan en el camino que hemos preferido siempre considerar la salida fácil: vender en su forma más cruda y literal posible. Hoy en día no existen lovemarks, es imposible generar que nos quieran cuando sólo golpeamos a los consumidores con los mismos mensajes de siempre.
Propongo no crear publicidad, sino impacto. Propongo levantar la vara solos y ser capaces de hacerlo sin que nadie nos limite o nos diga que es imposible. E as momento de crear por diversión, no obligación y cambiar la palabra “publicidad” por “ingenio” de manera que nos intrigue la idea de hacer las cosas distintas y por simple curiosidad descubramos América, ¿quien dice que no somos capaces? Las mentes creativas lo logran todo, sólo necesitan de una cancha para jugar.
AUTOR Alejandra Borbor Soy redactora por profesión, comunicadora por decisión y creativa por convicción. Me considero recursiva: adquiero nuevas ideas a partir de la música, el arte, el baile, la pintura… Es por eso que creo que todos somos idealistas y capaces de crear un mundo completamente distinto. Estoy aquí para extirpar mis ideas y compartirlas como a libro abierto, ¿listo para comenzar?
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