Son las 6 de la mañana, se escucha un forcejeo en la puerta. Kevin se levanta asustado y grita «¿Quién está ahí?». Del otro lado se escuchan los susurros de varias personas, pero de pronto se proyecta un grito que dice «¡FBI abra la puerta!». Kevin, con cierta calma pero a la vez miedoso, abre. Empieza la búsqueda, los cojines empiezan a volar, tiran los libros del estudio, le dan la vuelta a las camas y después de unos minutos todo cambia de sitio. Uno de los agentes abre la nevera y grita «¡Mierda!». Dentro, una caja tiene un mensaje que se lee «Donuts para el FBI». 24 glaseadas y horneadas hace algunas horas sirven de elemento sorpresa mientras Kevin sostiene una tímida risa ganadora.
A pesar de la astucia de Kevin, el FBI lo arresta. El fiscal federal le dice al juez que no solo debería retener al Sr. Mitnick sin fianza, sino que debían asegurarse de que no se acercara a ningún teléfono, porque él podría marcar a un módem, silbar y lanzar un misil balístico intercontinental. Así Kevin Mitnick, empieza su condena, pasa un año confinado en aislamiento en una prisión estatal en 1995. Después de eso le siguen 4 más, pero ya no en confinamiento. Al quinto sale en libertad y le perdonan 394 años de cautiverio por hackear redes estatales y corporativas desde el 80.
«No importa cuánto dinero inviertas en tecnología, si puedo manipular a una sola persona, ya estoy adentro».
Cuando vivió en Denver Colorado, se cambió el nombre a Erick Weisz, nombre original de Harry Houdini (un gran hacker con un gran sentido del humor). Que llamó una mañana a Motorolla y terminó hablando con el vicepresidente de tecnología, que le pasó con la Product Owner de un proyecto de datos, que no estaba. Pero que, como todo mensaje de «estoy de vacaciones» termina en «llamen a Lynda que ella se ocupa de todo mientras no esté». Resultó que se comunicó con su Smithers y después de 15 minutos y una llamada le dan acceso a toda la base de datos de la compañía.
Esto nos demuestra una vez más que siempre el error va a ser humano cuando se trata de sistemas. Kevin sabía que el FBI iba a llegar esa madrugada, sabía cómo entrar a las redes más difíciles del Estado, de las corporaciones y seguramente de sus exnovias manipulando a la gente precisa. Claro que también sabe sobre código y muchas cosas más, pero lo que hizo a Kevin Mitnick, uno de los hackers más conocidos de la historia siempre fue su sentido del humor y su inteligencia inter personal.
Son las 6 de la mañana, Kevin se levanta. El FBI no golpea su puerta, ahora se despierta gracias al iPhone que está cerca de su cama. A sus 55 años, se prepara como un día cualquiera para ir a trabajar a «Mitnick Security». Las ganas siguen, la facha no. La vida de fugitivo ha terminado.
AUTOR Bernardo Molina Ex Director Creativo de Publicis y actual Jefe de Marketing Digital en Farmacorp
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