Sucede en el hogar, sucede en la oficina, sucede en todas partes. En cuanto uno entra a un lugar, olvida de inmediato por qué está entrando allí. Sin embargo, esto no es señal de que uno se está volviendo loco, viejo, o ambas cosas. Al contrario, es señal de que el cerebro está funcionando bien. Se llama el Efecto de la Puerta. Y nos pasa a todos.
Antes los científicos pensaban que la memoria /era similar a un gran archivo. Es decir, una persona tiene una experiencia y la guarda en un pequeño cajón en el cerebro. Más tarde, la persona puede abrir el mismo cajón y encuentra su recuerdo, intacto y en el mismo lugar. Es una bella metáfora, y es errónea. El cerebro es más complicado: se parece a una súper computadora con docenas de aplicaciones corriendo en simultáneo. Un estudio realizado en 2011 descubrió que el Efecto de la Puerta es el resultado de varios de estos programas funcionando al mismo tiempo.
Los investigadores pusieron a 55 estudiantes a jugar en computadoras. El juego consistía en recorrer un edificio virtual juntando objetos y llevándolos de una habitación a otra. Con cierta frecuencia aparecía un objeto en la pantalla: si el estudiante estaba transportando ese objeto, o lo acababa de dejar, debía cliquear “SÍ”. A veces la imagen aparecía justo después de que el participante había entrado a una habitación, otras veces cuando el participante estaba en el medio de la habitación. Luego, el experimento se repitió pero no de manera virtual, sino con una versión real de las habitaciones (ocultando los objetos que los estudiantes llevaban así no podían comprobar qué estaban llevando en ese momento).
El resultado fue el mismo: el simple acto de atravesar una puerta hace que la gente se olvide de lo que está haciendo. Dentro de una habitación, la memoria de los participantes permanecía intacta; pero cruzar una puerta les borraba todo recuerdo de lo que estaban haciendo. Los científicos concluyeron que para los cerebros de los participantes, una puerta establece una especie de corte. La memoria y el movimiento de los estudiantes literalmente chocaban contra una pared: del otro lado de esa pared encontraban otro contexto, otro paisaje, otra memoria. Las “computadoras mentales” de los participantes estaban corriendo simultáneamente las aplicaciones de conciencia espacial, movimiento y memoria. Cada aplicación exige atención, y ellos no podían prestarle atención a todo a la vez.
No parece haber manera de evitar el Efecto de la Puerta. Salvo, tal vez, anotarse en un papel todas las cosas que uno le quiere decir a su jefe.
(Fuente: Mental Floss)
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