“Yo sólo sé que no sé nada” reza el viejo dicho atribuido al filósofo griego Platón, acerca de Sócrates y su método cimentado en la mayéutica. El Método Socrático se basa en la relación del alumno asistido por su maestro, en descubrir la iluminación del conocimiento, por medio de la pregunta.
¿Has reflexionado cuántas preguntas te haces al día? Posiblemente cientos por minuto, al tomar una dirección al conducir, al elegir qué ropa ponerte por la mañana o cuál será la próxima serie de Netflix que verás. Haciendo a un lado las preguntas triviales en “piloto automático”, la pregunta es fundamental como recurso para recaudar información y por ende en el proceso de comunicación.
Al conversar con alguien es común que surjan dudas, pero ¿qué pasa cuando asumimos que nos entienden y que somos perfectamente claros al comunicarnos? Además de un problema de comunicación, a la larga lo anterior se puede convertir en un lastre que distorsiona la información y anula el conocimiento. El error de la duda vs la certeza.
En días pasados escuché una TED Talk donde el ponente hablaba acerca de ese error común y consideraba que para lograr una comunicación efectiva son necesarios tres pilares básicos: escuchar más, ver más y sentir más.
Se dice que la cantidad es la madre de la calidad, y en ese sentido consideremos que el expositor pueda quedarse corto al situar la comunicación tan sólo en lo cuantitativo, dejando de lado el ejercicio de la destilación cualitativa para extraer lo esencial de la información y hacerla efectiva.
Comunicarnos puede ser más complejo de lo que pensamos. Transmitir la información descansando sólo en el modelo básico de emisor, canal, mensaje y receptor, es conducir en una autopista con los ojos vendados. El proceso es afectado por fuerzas externas que interfieren, tales como ruido, distorsión, omisión, idioma o región y dichas resistencias representan problemas de comunicación.
¿Qué sucede si una persona, marca o personaje habla sin comunicar nada? Como reiteraba el ponente de la charla, dos monólogos no necesariamente crean un diálogo y mucho menos garantizan la comunicación efectiva. En la actualidad aunque existen diversos canales de comunicación en las redes sociales, para replicar cualquier mensaje emitido por alguien, son pocos los casos en los que son utilizados de manera óptima.
En días pasados, Hershey’s México lanzó su campaña #HacerElBienSabeBien donde veíamos a ciertos influencers “ayudando” de manera muy posada a personas de escasos recursos. La marca cometió el grave error de asumir sin preguntarse siquiera si dichas acciones serían bien recibidas entre sus audiencias.
De este evento me quedo con el hecho que comunicar no significa expulsar palabras, publicar fotos o lanzar memes sólo para llenar espacios en una pauta publicitaria. El exceso de mensajes o la falta de los mismos, son factores que influyen de igual manera cuando buscamos una comunicación efectiva. Si el mensaje está mal diseñado, el canal no fue el ideal o el receptor simplemente no entendió como nosotros esperábamos, estamos en serios problemas.
No existe la certeza absoluta pero sí la convicción segura. Preguntemos más del brief, target, presupuesto, medios, alcances, competencia, colaboradores, audiencias, producto, diseño, fórmulas, recetas y TODO lo que nos permitan. Sentir vergüenza por vernos ignorantes al asumir algo que damos por hecho, puede resultar en un clusterfuck. Recuerda que no hay peor pregunta que la que no se hace.
El hecho de escuchar, ver, olfatear, probar y sentir mejor no nos convertirá en mejores creativos por sí solo, pero el alimentar la curiosidad sí nos ayudará a tener mayor información y alcanzar mejores resultados.
Preguntando se llega a Roma y ésta no se hizo de la noche a la mañana. Preguntar más y asumir menos ¿me expliqué?
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