¿Te has preguntado por qué pasamos tanto tiempo viendo publicaciones en Facebook o revisando historias en Instagram? A diario estamos expuestos a cientos de imágenes, videos o comentarios en nuestras redes sociales, que nos “enganchan” con alguien (o algo) para convertirnos en su seguidor. Intentaré guiarte a través de algunas reflexiones que podrían ayudarnos a comprender mejor a las redes sociales y cómo aprovecharlas.
Hace algunos días conversando con un viejo amigo, platicábamos acerca de ese tema que tiene tiempo en boga y del cual todo mundo habla hoy en día, las famosísimas redes sociales; ese fenómeno social que está transformando la manera en la que nos relacionamos dentro y fuera de Internet. Hablábamos del uso que la gente les ha dado, su evolución, y cómo el marketing ha aprovechado este momento para beneficio – o daño – de algunas marcas. Para entender su función, analicemos primero el lado antropológico.
A lo largo de la historia, el hombre se ha caracterizado por ser una criatura social que intenta establecer conexiones con todo aquello que lo rodea. Desde los inicios de la civilización cuando los primeros humanos se reunían a danzar alrededor del fuego para celebrar algún ritual, el hombre siempre ha buscado extender sus enlaces grupales hacia otros con quienes comparte valores y creencias.
Tales relaciones le han ayudado a entender su lugar en el mundo, ya sea con otros humanos como él, con la naturaleza o deidades. Siempre ha procurado crear lazos que lo acompañen en los acontecimientos de su vida.
Para entenderlas mejor veamos a las redes sociales como un tejido que nos permite conectar con otras personas (nodos) enlazadas entre sí, la interrelación que estos generen (hilos) es lo que une y refuerza dicha red.
Ahora bien, existe una distinción destacable que hay que dejar en claro y es la plataforma de las redes sociales de internet, que no son más que las mismas relaciones llevadas al ámbito digital. Cabe destacar que sitios como Facebook, YouTube, Twitter o WhatsApp no son redes sociales por sí solas, sino plataformas informáticas donde confluye la interacción. Estas nuevas formas de establecer conexiones con otras personas, marcas o figuras públicas, han sido la piedra angular del modelo del Social Media Marketing (SMM).
En el SMM existen tres componentes fundamentales que hacen que las estrategias digitales funcionen de manera óptima y se les conoce como las 3 C’s: Contenido, Comunidad y Conversación.
Aunque constantemente existen nuevas formas de interactuar, las reglas permanecen bastante estables. Alguien publica algo (Contenido) ante sus amigos (Comunidad) permitiendo la interacción (Conversación) y logrando exposición. Si la comunidad replica y difunde el mensaje, incrementa su alcance y relevancia, convirtiéndose al final en el célebre engagement.
Por otro lado, hay quienes argumentan que las redes sociales son una fuente de procrastinación y no ven nada bueno en ellas. Cada vez son más los padres de adolescentes que lamentan la pérdida de tiempo de sus hijos mediante las interminables horas frente al teléfono móvil. Sin embargo, esto es un tema que afecta no sólo a los jóvenes sino también a nosotros los padres que sucumbimos ante este mundo digital, revisando cada minuto cualquier actividad nueva de nuestros amigos, aumentando la excesiva dependencia de estar siempre “conectados”.
En conclusión, considero que el éxito de las redes sociales es la conexión intrínseca del aspecto humano mediante contenidos empáticos con su comunidad: “si me sucede a mí entonces también le sucede a otros”. Ya sea de manera análoga o digital, cada plataforma es definida por sus usuarios, en ocasiones como una bitácora que relata minuto a minuto nuestro día, otras como escaparate para proyectar nuestro narcisismo y muchas otras como una ventana que dejamos entreabierta para el voyerista en turno.
¿Usted qué opina?
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