En los últimos días me ha llamado la atención cómo las dependencias del actual gobierno federal se están acabando los presupuestos de los departamentos de comunicación social en propaganda inocua en la mayoría de los casos, pero que sigue inundando los espacios de comercialización de las estaciones de radio y de televisión que más allá de Julio Regalado, la Temporada Naranja y las ofertas de Liverpool parecen ya no interesar a la gran mayoría de las marcas que han encontrado maneras más efectivas y directas de llegar a sus consumidores.
Dentro de esta gama de spots inútiles y hasta estultos como los del poder legislativo y los rezagados de partidos políticos que aún pasan los de Nueva Alianza a manera de estertor de un partido próximo a desaparecer, de los órganos electorales y del nefasto de la SCT del adolescente al que nunca le enseñaron que en la vida real no hay vidas extras, han llamado mi atención dos piezas producidas recientemente por CONAPO (Consejo Nacional de Población), uno sobre enfermedades de transmisión sexual y embarazo adolescente. El otro sobre abuso infantil.
En el caso del primero, parte de algo cierto y preocupante: las enfermedades de transmisión sexual son un grave problema entre adolescentes y jóvenes y el grupo poblacional que más enfermedades de transmisión sexual presenta es el de los mexicanos entre 15 y 24 años. En materia de embarazos adolescentes, México, de acuerdo con la UNAM, ocupa el nada honroso primer lugar en el mundo y la OCDE nos pone en el primer lugar en este problema entre los países miembros de la organización con 77 embarazos en cada mil adolescentes de entre 15 y 19 años.
Crear programas de política pública que ataquen de raíz estos problemas es un imperativo de los gobiernos locales, estatales y federal. Pero la propuesta de la CONAPO está muy lejos de enfrentar el problema. En la pieza de propaganda pagada por esta dependencia de gobierno lo único que se escucha son voces de jóvenes que ya tienen el problema y lo tienen que dar a conocer a sus mayores, la muchachita que está embarazada, el niño que va a ser papá, el joven que le comunica a su mamá que tiene VIH, además de otro joven que le comunica a su maestra que tiene herpes. De nada o poco sirven estos ejemplos a toro pasado, pero además es de llamar la atención el joven que le comunica a su maestra su padecimiento, porque parece que le está avisando a la maestra que ella puede haberlo contagiado o viceversa. Como siempre el maniqueísmo y la falta de una definición correcta de los temas en aras de ser políticamente o mejor dicho puritana y moralinamente correcto no sólo provoca que estos mensajes se encuentren en el terreno del humor involuntario, si no que muy directamente son en parte la causa de que México tenga las cifras anteriormente citadas.
En México son los organismos públicos los que deben de llamar sífilis a la sífilis y herpes al herpes, orientando a los jóvenes con campañas directas e informativas. Mostrando de manera explícita cuáles son las consecuencias que pueden tener sus relaciones sexuales si las llevan a cabo sin condón y cómo hace muchos años en muchos países del mundo volver al condón la estrella de toda campaña publicitaria que hable de sexo. Una campaña positiva, preventiva que haga del condón un verdadero rockstar. CONASIDA lo ha hecho bien a lo largo de los años, y algunas otras instancias también. Desgraciadamente la mentalidad retrograda y conservadora de muchos funcionarios que se encuentran a cargo de dependencias o de las áreas de comunicación social de las dependencias de salud y políticas públicas de población se vuelven parte del problema y hacen quedar en ridículo a las dependencias a las cabezas de éstas, como sucede en el caso de CONAPO con esta propaganda.
Pero es mucho peor en el caso de la propaganda en contra del abuso de infantes, porque mientras escuchamos los testimonios de quien cree o parece haber presenciado un caso de abuso, al final se declara cómplice silencioso del supuesto delito. Y lo que es más grave al final a los ojos de CONAPO es que el culpable no resulta el abusador, si no el testigo. Y no es que en parte este argumento no sea cierto, ni que los testimonios con los que se viste la propaganda no sean delitos, el problema es que de alguna manera en un país de rumores y de maledicencias todo se limita a un mero chisme. Las personas que cuentan en esos segundos los casos de abuso no son más que simples chismosos que observan una sociedad agresiva con los niños sin hacer nada, pero que también podrían carecer de una prueba fidedigna de lo que sucedió en realidad y que se convierte y valida el chisme que tanto denigra en México. El spot no sólo minimiza el delito, no sólo aminora la carga que este conlleva y se niega a dimensionarlo en el sentido más importante el que los niños son víctimas de agresiones sexuales y físicas, algo que no toca y no parece interesarle a CONAPO que se limita a apuntar su dedo flamígero en una nueva dirección el testigo.
¿Por qué CONAPO, en lugar de hablar de un señor en el transporte público, no habla de un cura pederasta, de esos a los que las arpías y ratones de sacristía defienden a capa y espada? Ahí no sólo existe un silencio cómplice, existe una complicidad abierta y ciega, recordemos cómo a finales del siglo veinte diferentes empresas mexicanas retiraron su inversión publicitaria del canal 40, cuando salió a la luz el patético caso del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, un verdadero depredador sexual de niños, algo que la misma Iglesia tuvo que reconocer como muchos otros casos alrededor del mundo a pesar de la fe ciega de aquellos que entregaron y entregan a sus hijos a sacerdotes.
Es terrible hacer de la percepción personal el arma para acusar a alguien y es peor hacer pensar a las personas que son culpables por no actuar sin conocer las condiciones sociales y familiares en las que viven que pueden implicar un grado de violencia familiar importante que impone un silencio de terror en sus víctimas.
CONAPO tendría que hacer consciente al público de manera responsable y correcta de la importancia de su testimonio, de seguir instancias correctas en caso de ser testigo de un delito sexual o de su intento, no hacer cómplice al testigo y de manera muy directa abrir una interpretación por parte de la audiencia que al no querer ser cómplice puede llevar al linchamiento del supuesto o verdadero agresor en un caso real.
Ya sabemos que ya se van, que lo importante es gastar el dinero, pero por favor háganlo de una manera inteligente y responsable.
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