En un episodio de “Seinfeld”, el comediante sostenía que según una encuesta realizada en los EE.UU., la gente le tiene más miedo a hablar en público que a la muerte. Tal vez estas recomendaciones ayuden a perder ese miedo, o parte de él.
De acuerdo con Noah Zandan, CEO de la compañía Quantified Communications, cuando una persona habla en público usa un promedio de cinco palabras o expresiones de relleno. Por ejemplo, “ehhh…”, “emmm…”, “es decir”, “¿sí?”, “de alguna manera”, “entonces…”, y un largo etcétera. Es muy común hacerlo, y a los publicitarios les (nos) sucede cuando presentan una campaña o dan una charla. El tema es que estas muletas verbales nos pueden hacer perder credibilidad (si no parecemos muy seguros de lo que estamos diciendo) o hacer que nuestro público pierda el interés en el hilo de la charla. Pero es posible eliminar este hábito con algo de práctica, por más que hablar en público nos ponga nerviosos.
Hacerlo es relativamente sencillo: la próxima vez que sientan que una de esas muletillas está a punto de aparecer, hagan una breve pausa. Zandan asegura que los grandes oradores siempre hacen pausas de dos o tres segundos, o incluso más. Los datos que recopiló muestran que el orador promedio solo hace 3,5 pausas por minuto, y eso no es suficiente. Aunque estas pausas parezcan eternas, hacerlas nos muestra tranquilos y relajados; por eso, quienes más se pueden beneficiar con este truco son aquellos que se ponen más nerviosos a la hora de hablar ante una audiencia. (Hay que aclarar que las muletillas no están necesariamente relacionadas con los nervios, sino que se usan antes de un silencio durante el cual se busca mentalmente una palabra determinada o se planea la siguiente oración. Decir “Ehhh…” usualmente significa que viene una pausa breve, y “Emmm…” anuncia un silencio más largo.)
Por eso, en lugar de declarar en voz alta que uno necesita ordenar sus pensamientos, lo mejor es hacer una pausa real. No solo nos dará tiempo para reanudar la charla, sino que hasta puede mejorar el discurso, ya que una pausa estratégica puede crear suspenso, reafirmar algo que se dijo, marcar la transición a un nuevo tema o darle tiempo al público para procesar lo que acabamos de decir. Sin embargo, ojo: esto solo es cierto si la pausa dura menos de cinco segundos. Más, se hace incómodo.
Para que esto realmente sirva, debemos conocer nuestros hábitos de discurso. Una buena manera de hacerlo es grabarnos la próxima vez que hablemos en público, y así poder identificar las muletillas que más usamos, casi siempre sin darnos cuenta. Cuando sepamos en qué necesitamos mejorar, concretarlo va a resultar más sencillo. ¿OK? (Esta última es la muletilla que más uso yo…)
(Fuente: Harvard Business Review)
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