Todos hablamos qué queremos comunicar tal o cual cosa, ¿pero hemos pensado que si lo hacemos de una manera simple nuestro mensaje entrará en la mente de los consumidores de una manera más sencilla? La verdad no lo hacemos mucho, este es un ejercicio, algo a lo que debemos de adaptar nuestro cerebro. Una vez que lo logremos será algo automático, una forma de pensar.
Son las ideas sencillas las más poderosas y capaces de cambiar al mundo.
Cada vez veo más campañas enredadas, que cuando termino de verlas me pregunto qué quisieron decirme: ¿cuál era el objetivo o qué realmente querían comunicar? Parece fácil, pero si no lo planteamos bien las personas no entenderán nuestro mensaje. Maurice Saatchi dice: “Simplicidad es más que una disciplina. Es una prueba. Te fuerza a la exactitud o te aniquila. Acelera el fracaso cuando una causa es débil, y aclara y fortalece una causa que es fuerte.” Tomemos nuestros propios ejemplos de la vida cotidiana, ¿por qué en lugar de plantear las cosas de una manera sencilla las complicamos?, ¿por qué no estamos ejercitando la manera correcta de hacerlo?, ¿por qué no pensamos en qué es lo que realmente queremos decir? A veces se torna en una verborragia de palabras sin sentido o con poco entendimiento. Cuando esto lo llevamos a comunicación quién sufre es la marca, esa que estamos cuidando y ayudando a crecer, la simplicidad del mensaje no hace menos atractiva a una marca, la hace más clara, inteligente y apetecible para las personas que interactúan con el mensaje. Dejemos de un lado todo eso que queremos decir y pongamos un solo frente. La simplicidad brutal del pensamiento provocará empatía y un sentimiento de entendimiento, si lo hacemos bien seguramente del otro lado tendremos una respuesta clara hacia nuestro mensaje.
Las marcas necesitan comunicar al igual que las personas, aplícalo y todo cambiará.
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