A propósito del natalicio de José Emilio Pacheco (30 de junio de 1939), debemos destacar su labor poética y su compromiso social por medio de la literatura.
Poco que no se haya apreciado se puede decir ya del escritor mexicano. Mientras en Latinoamérica se consolidaba el canon narrativo liderado por Borges, Bioy Cásares, Vargas Llosa, Fuentes y otros escritores que entrarían al ‘realismo mágico’ –término ambiguo e incasillable–, José Emilio representaba la voz joven del poeta mexicano permeado del marco histórico que consolidaría la modernidad.
No es que el universo poético de otros contemporáneos como Octavio Paz o Gilberto Owen se demerite ante el de Pacheco; las imágenes de José Emilio son amplias en cuanto a lo nacional y lo extranjero, no nos son ajenas.
Es el lugar de las computadoras y de las ciencias infalibles. Ante mis ojos te evaporas -y creo en las cosas invisibles”.
–Mundo escondido, José Emilio Pacheco
A través del siglo XX, pocos poetas describieron y apostaron al México del siglo nuevo: la primera y segunda guerra, los conflictos bélicos en Europa, las revoluciones en Sudamérica y la posterior Guerra Fría acapararon la atención. En México sobrevino el 68, se gestaba el priismo y el Tlcan entraría en vigor. José Emilio es ese México. Su literatura fue la literatura presente y, al estar presente, también era la voz de la marginación: se podía ser escritor, pero no político. Pacheco logró esa dicotomía.
La narrativa de José Emilio toma en cuenta algo que muchos escritores ignoran: su realidad. Pocos –y que han sido calificados como ‘realistas’ o ‘románticos en transición’– avistaron la importancia de esta característica. Entran en la lista Dostoievsky, Proust, Flaubert; Monsiváis, Payno y Azuela en México.
No me deja pasar el guardia. He traspasado el límite de edad. Provengo de un país que ya no existe.” – Indeseable, José Emilio Pacheco
Lukács y Adorno, críticos apegados a la línea marxista, consideraron la importancia de la literatura y del arte en general más allá del objeto estético, en términos hegelianos; esta debería tener un impacto en la concientización de los individuos de cada clase determinada: historia y discurso deben enfocarse no sólo a la estética de la recepción (Jauss), sino a satisfacer el horizonte de expectativas interno y externo del individuo visto como actor político.
Así, literatura y política no son acontecimientos separados y, en México, esta premisa debería ser fundamental. Tal vez Pacheco no amaba a México como se supondría, pero sí lo odiaba lo suficiente como para hacer poesía.
La obra de José Emilio Pacheco retrata los inicios de esa ciudad que nos parece cada vez más distante, pero conocida. Su poesía es la poesía que duele, porque se piensa, nos hace reflexionar. Las crónicas son el viaje al pasado que anhelaba la esperanza del futuro que nunca se consolidó. Es de admirar su sensibilidad por construir y adivinar esa patria que, desde un principio, pudo haber estado siempre perdida.
AUTOR
Beto Fong
Estudiante de lingüística y literatura hispánica. Sígueme en Twitter como @Beto_Fong
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