Vamos a dar unos cuantos pasos hacia atrás. Al momento de escoger una carrera en el mundo de la creatividad (diseño, marketing, publicidad y ramas asociadas) todos pensamos detenidamente en el impacto que queremos ocasionar en nuestro entorno; mientras más grande sea éste mejor, no por reconocimiento o remembranza, sino por el aporte que podemos lograr con tan sólo empujar una idea hasta sus límites más inalcanzables. Es entonces cuando descubrimos que estamos aquí por un propósito, y nuestra pasión y profesión se fusionan dentro de un sólo espectro del cual disfrutamos infinitamente: crear, planear e implementar son las cosas que más nos alimentan el espíritu.
Ahora regresemos al presente, ¿qué sucedió? La generación antes de la nuestra (“pre-millenials”, como me gusta llamarlos), aquellos que se dedican a educarnos a mi y a mis compañeros, creció bajo campañas de conciencia social, e intentó impulsarnos a seguir este camino. Ésto nos hizo tomar conciencia y emprender otro rumbo completamente distinto, ya que nosotros no queremos sacar provecho de algo que tiene que cambiar, no queremos alimentar o catapultar nuestra carrera a partir del autoconocimiento acerca de un problema social. Nuestros antecesores, quienes ahora se sientan en las sillas grandes y son jurados en Cannes, nos dejaron un legado difícil de llegar en relación a las ideas que crearon y las plataformas que utilizaron, pero nosotros queremos viajar más allá de lo conocido hasta hoy.
Bueno, colegas, les quiero decir que, tras un análisis exhaustivo, estamos escalando la montaña correcta. Si algo he aprendido con el crecimiento que he tenido en los últimos dos años es que mi generación es ambiciosa: nos encontramos creando su propio sendero, creciendo bajo la sombra de nadie más que la propia e ideando nuevas formas de comunicar y de crear un impacto que perdure en el tiempo.
Sin embargo, hay un problema; nos falta ego, nos falta criterio, y esto es exactamente lo que al resto de generaciones les sobraba y salía por borbotones. Ya que nos mueve la pasión por crear no tomamos crédito o nos adueñamos de nuestras ideas: somos bastante modestos y humildes con nuestros proyectos, generalmente atribuyendo cada triunfo a un trabajo grupal, a una fuerte influencia en nuestro contexto o al apoyo de terceros. Si bien es cierto, estos tres factores constituyen gran parte de nuestro éxito, pero no es lo que hizo que despeguemos del suelo para crear y plantear algo que jamás ha salido a la luz antes. Conozco a muchos creativos, cada uno en áreas distintas, que constantemente se equivocan de pronombre al presentar una idea. Es hora de analizar las normas gramaticales: si creamos algo nosotros sin ayuda de nadie, es momento de utilizar la primera persona del singular y levantar las manos. No, no queremos reconocimiento, premios, galardones. Queremos que se reconozca que como generación somos capaces de ser auténticos, traer algo nuevo a la mesa y cuestionar a lo que antes se representaba como verdad única. Nuestra edad no nos supedita a otros; nos prepara para ser parte de un colectivo y presentar, según nuestro punto de vista nuevas ideas bajo otro contexto.
Estamos listos para salir a la luz, pero colegas, vamos a hablar bien y dejar las cosas claras y como son. Trabajemos en nuestras “soft skills”, en adueñarnos de nosotros mismos, a recibir un aplauso de vez en cuando. El blog que estás haciendo, el viaje que vas a emprender, tu nuevo cargo, son grandes logros que no todos nos atrevemos a alcanzar. Saquemos pecho; somos creativos jóvenes y eso nos permite ver el mundo de forma distinta, let’s own it.
AUTOR Alejandra Borbor Soy redactora por profesión, comunicadora por decisión y creativa por convicción. Me considero recursiva: adquiero nuevas ideas a partir de la música, el arte, el baile, la pintura… Es por eso que creo que todos somos idealistas y capaces de crear un mundo completamente distinto. Estoy aquí para extirpar mis ideas y compartirlas como a libro abierto, ¿listo para comenzar?
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