Pocas dialécticas más precisas existen en el mundo literario que el amor y el erotismo. Octavio Paz supo detallar y recopilar esta dicotomía; en términos políticos, Foucault calificó al amor y al erotismo como un juego que debe, como todos los actos de poder, satisfacerse a sí mismo; concepción cercana a la del joven Rimbaud, a quien se le atribuye ‘la reinvención del amor’. No dista mucho la concepción de Paz con la de Foucault ni con la del poeta francés: el amor no debe buscarse porque permanece.
La irracionalidad de las pasiones exige una salida no óptima, pero necesaria: el olvido. ¿Cómo posicionar al olvido entre el amor y el erotismo sino por medio de la poesía? Es la finitud, es el olvido lo que le da sentido al amor: aceptar perder al otro es la gran resignación, el mayor acto de valentía.
No es el amor filial la única manifestación del amor, pero sí la más cercana. Como condición, el amor es, pero el olvido permea.
“Porque ya que pensarte en mí no puedo, dejo olvidado en ti mi pensamiento”.
Si Paz ligó amor y erotismo, Chumacero supo añadir la finitud rechazada. No es menor el universo poético de Paz frente al de su contemporáneo; las imágenes de Chumacero aparecen más desgarradoras y, por consecuente, más familiares y humanas al presentar el olvido como lo inevitable.
“Porque nada delata que existamos en esta soledad del pensamiento, y el olvido desciende hacia la tierra como un equívoco de Dios”.
Los enredos del lenguaje poético son enigmáticos, no sólo dotan al hombre para la reflexión y el desarrollo del pensamiento filosófico y científico, sino también rompen la barrera de lo real y lo imposible para la creación estética. ¿Quién es mayor pensador, el poeta o el filósofo? Ambos construyen un universo repleto de imágenes laberínticas, formas que sólo pueden concebirse en la abstracción.
Me parece, pues, que Chumacero no fue ni tan diplomático ni tan metafísico como algunos de sus connacionales (Paz, Reyes, Owen), tampoco tan apegado al estilo popular (Rulfo, Arreola); en su poesía, en su extensión literaria, encuentro la única forma para intentar recuperar ese sitio que nunca fue nuestro.
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