De mi generación se dicen mil cosas; y aunque de todo lo negativo que nos atribuyen existe mucho en lo que difiero, hay algo que pocos millennials podríamos negar: no sabemos ahorrar.
En el transcurso de la semana pasada, tres personas me recomendaron hacerlo, y si bien sé que el tema del ahorro es fundamental para una generación que ya no cuenta (como los baby boomers o generaciones pasadas) con programas de retiros, pensiones, etc., que nos garanticen una edad adulta avanzada decente, trato discretamente de sacarle la vuelta al tema y hacerme de la vista gorda, y estoy segura que no soy la única. Me sorprendí diciendo “empiezo a ahorrar a los 30”, cual si de un “el lunes empiezo la dieta” se tratase.
Una época donde las personas económicamente activas viven una feroz batalla por tener ingresos decentes, se antoja aún más difícil una vez que la actividad económica quede fuera de nuestro alcance por factores como la edad.
Sé que debo ahorrar, sin embargo, no lo hago, ¿por qué?
La respuesta más fácil es decir “no me alcanza”, “vivo al día”, “gano muy poco”, etc., excusas en las que yo misma he caído, sin embargo, reflexionando, creo que todo va un poco más allá: el hedonismo de nuestra generación no está siendo satisfecho por otros, por lo que nos vemos en la necesidad de compensarnos a nosotros mismos.
¿les suena un “me lo merezco, para eso trabajo”?
Si no me consiento yo, ¿quién?
Mucho se critica a los millennials por buscar un inmediato reconocimiento, ya que, si hay otra cosa de la que carecemos, es de paciencia.
No somos capaces de esperar para ver el fruto de nuestro trabajo, es decir, que nos resulta más satisfactorio gastar cierta cantidad de dinero en una comida que vista objetivamente se sale de nuestro presupuesto, a ahorrar ese mismo dinero y verlo reflejado como parte de un patrimonio importante en 10 años. ¡¿10 años?! Ni locos. La vida es ahora, ¿no?
En tiempos en los cuales todo parece acelerar a pasos crecientes (la información, el consumo, la tecnología, etc), la necesidad de satisfacción no se queda atrás, y una recompensa inmediata genera felicidad en el momento. El hedonismo, o el buscar un bienestar instantáneo, si bien se convierte en una fuente de desahogo y una buena manera de acumular momentos de felicidad, puede ser un arma de doble filo si se trata de voltear a ver al futuro.
La diferencia está en que los millennials dejamos de acumular bienes y empezamos a acumular experiencias, y aunque el desapego a lo material es sin duda una característica positiva hasta cierto punto, lo hemos llevado al extremo de preferir un viaje por el mundo que una casa. Lo común al hacer este tipo de elecciones es pensar que las experiencias se quedan, y nada nos llevamos después de muertos. Si a esto le sumamos que la gran mayoría de millennials ya no ve el tener hijos como una prioridad, la necesidad de dejar algo material para la posteridad se vuelve más lejana aún.
Mucho se ha augurado una generación millennial que llegará a la edad adulta sin hijos, sin dinero y sin un plan de vida establecido. Esperemos que estos pronósticos no sean del todo ciertos.
En fin, prometo comenzar a ahorrar a los 30.
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