¿Qué sabes de frustración, si nunca has comprado un regalo para un sobrino? ¿Qué sabes de rechazo, si luego de tres días de ansiedad por la piñata del niño y de haber soñado en lo mucho que iban a divertirse, resulta que tu regalo no despertó interés y tu sobrino se decanta por la lupa de plástico que ni moña traía? Algo está claro, la culpa no es del niño por saber lo que sí le gusta. Esta historia, aparte de verídica, me lleva a pensar en las distintas ocasiones donde sobre-pensamos las ideas. Me recuerda las veces donde olvidamos pensar como consumidores y antepusimos nuestros ideales creativos a lo que realmente necesitaba el cliente. Hoy más que nunca hay que respirar las palabras de David Ogilvy: “si tu anuncio no vende, no es creativo”. Menciono esto no con el fin de que perdamos el esmero para lograr grandes ideas, sino para que recuperemos el arte de obrar según el sentido común. Para que aprovechemos las herramientas que existen hoy, de manera que el tiempo que pasamos investigando a quien nos compra, sea igual o mayor al que dedicamos a darle vuelta a una idea. Si el zapping era el demonio de finales y principios del siglo, el swapping entre marcas es nuestro nuevo martirio. Es tiempo de pulir la empatía, para poder pensar, sentir y actuar como un consumidor. Más aún, es tiempo de abrazar y maravillarnos con la simpleza. Puede que la respuesta que buscamos se halle en una ejecución impoluta y no en una fumada creativa. Pongo de ejemplo, el lanzamiento de la marca Krispy Kreme que recién inició labores en Guatemala. Contrario al canon abstracto de las campañas de expectativa, la marca desestimó los medios masivos y optó por realizar “samplings” sorpresas y masivos en algunos puntos de la ciudad. Esto causó un frenesí tanto donde entregaron las donas, como en las redes sociales. El éxito de la campaña, se mide fácilmente con la cola que aún se hace para entrar al local. Su fortaleza estuvo en la logística y en la capacidad de hacer oídos sordos a la voz que les decía «la idea siempre vence a la ejecución”. En este caso no, evitando dar vueltas innecesarias, supieron darle en el nervio al consumidor y a otras marcas, que ya comenzaron a copiar la estrategia. En conclusión, hagamos ideas ingeniosas pero que además sean efectivas. Basta ya de hacer cosas que solo apreciamos los publicistas. Desvelémonos investigando al consumidor y no olvidemos que a veces la idea correcta, puede ser la más simple y con menos glamour. Hazle caso al sentido común, incluso cuando diga que tu consumidor solo quiere un par de donas gratis. AUTOR Gerardo Gómez Lloro en las películas de amor y aplaudo al final de las buenas ideas.
Comentarios