“Words are meaningless and forgettable…” cantaba Depeche Mode a principios de los 90’s en su apología a la ausencia del sonido; tan desechable a veces tan preciada en otras… el silencio. Estamos tan acostumbrados al sonido que si lo omitimos, el cerebro se pone en estado de alerta y la adrenalina nos hace pensar mejor. En el transcurso del día, escoger entre lo que queremos oír y lo que no, puede estar fuera de nuestro control, pero cuando tengamos la facultad de hacerlo, prestemos oídos al silencio para dominar nuestra escucha. Investigadores de la Universidad de Harvard recién han descubierto que al dormir, regeneramos nuestras neuronas y damos pie a crear nuevas conexiones con la información recabada en el transcurso del día. Los sueños suelen ser historias fantásticas hilvanados por los hilos de nuestros recuerdos y deseos, asimismo al momento de estar en completo silencio, abrimos la ventana a la auto-reflexión y es ahí cuando nacen esas ideas geniales y encontramos soluciones a los problemas. En el proceso psicoanalítico, la auto-reflexión es un recurso muy utilizado. Guiados por el analista, la meditación nos permite hurgar en el inconsciente y así visualizar ese “algo” que nos perturba o molesta. De esta manera despejamos la mente para encontrarnos con nosotros mismos, tener claridad y dejar fluir el pensamiento sin interrupciones. En términos fisiológicos, los médicos recomiendan reservar al menos un par de minutos al día a tener un absoluto silencio, respirar profundo y relajarnos, esto ayuda a disminuir el estrés y libera un poco la ansiedad. Hasta para crear música es necesaria la reserva. Haz un pequeño ejercicio de ausentar el sonido, busca un lugar aislado y concentra tu pensamiento en ese tema que tiene a tu mente dando vueltas, desde qué proyectos quieres conseguir este nuevo año, hasta lo que deseas culminar cuando te retires de tu vida laboral. “El silencio es el elemento en el que se forman todas las cosas grandes”. – Thomas Carlyle Las ideas nacen cuando pensamos libres, uniendo conceptos y creando nuevos caminos perdiendo el miedo a perdernos. Al pensar en eso que nos aterra o nos avergüenza sin prejuicios para dejar fluir la mente, tendremos pensamientos más claros disfrutando de la afonía. En este momento mientras escribo estos párrafos, suenan teléfonos, música, pláticas, ventiladores, murmullos y otras ráfagas de sonidos y ruidos que hacen difícil la concentración. ¿Y qué pasa si tanto silencio nos desconcentra? Una vez más, no se trata de sordez per sé sino de encontrar un balance. Entonces también existiría el “ruido mental” que paradójicamente bloqueará el tráfico de ideas. El secreto está en el contrapeso entre la palabra pensada y la hablada; cuando esto suceda será momento de abrirnos a la sonoridad. El mutismo es un acto introspectivo que nos acerca a lo desconocido y libera la especulación, así que la próxima vez que alguien te pida guardar silencio, piensa que te estarán haciendo un gran favor. Como bien lo retrata Jorge Drexler en su canción, “y cuando el ruido vuelva a saturar la antena…” Silencio.
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