A lo largo de la vida hemos vivido más de una vez el fin del mundo, ya sea porque las profecías no suceden cuando muchos seres humanos creen que van a suceder en una mezcla de catastrofismo, matemáticas mal aplicadas y falso optimismo; o ya sea porque todo a nuestro alrededor se derrumba creando un apocalipsis individual, pero de igual magnitud en el ámbito personal que si un enorme meteorito cayera en el Golfo de México, o al menos eso pensamos. La adolescencia es sin duda una verdadera porquería para miles de jóvenes en todo el mundo y en diferentes artes se ha reflexionado sobre esa etapa de la vida llena ansiedad y de un sentido de estar todo el tiempo en el lugar equivocado. Desde Holden Caulfield el personaje de la extraordinaria novela de J. D. Salinger, El Guardián en el Centeno, hasta películas como Tenemos que hablar de Kevin, o Elefante de Gus van Sant que retratan adolescentes extremos que solo entienden la violencia como respuesta al mundo, la adolescencia es abordada como una etapa que en realidad es una dolorosa confrontación de la imaginación desbordada con el mundo, llegando en el caso de los últimos ejemplos una violenta respuesta de evasión e intento de control de la realidad. La nueva serie de Netflix The End of the F*** World no es simplemente una historia más sobre la adolescencia, es una divertida, gratificante y muy desconsolada historia que vale la pena verse. La serie narra de manera brillante, llena de un ácido humor negro y cientos de sarcasmos un momento crucial en la vida de James y Alyssa, dos personajes en el límite entre la marginación y la propia autosegregación. Basada en una novela gráfica norteamericana del mismo nombre creada por Charles Forsman, un hombre nacido en 1982 en Pensilvania en Estados Unidos y realizada por la cadena inglesa Channel 4 para Netflix, The End of the F*** World cuenta el encuentro y descubrimiento del mundo por parte de James (Alex Lawther), quien compulsivamente cree que su futuro es convertirse en un asesino serial y de Alyssa (Jessica Barden) impulsiva, ególatra, con ganas de comerse al mundo y sus mediocres habitantes, pero terriblemente sola. Cada uno, desde su egoísmo, cree que utiliza al otro para sus propios fines. Alyssa se aprovecha de la anestesiada voluntad de James para tratar de llegar al paraíso terrenal que representa su padre que ha estado ausente a lo largo de toda su vida, mientras que James piensa en Alyssa como el conejillo de indias, que será primera víctima humana. A lo largo de todo tipo de situaciones límites y de experimentación, ambos adolescentes descubrirán que la vida es más poderosa de lo que habían imaginado y en su caída libre a la conciencia de lo que realmente son y lo que los rodea, descubren la elemental necesidad que uno tiene del otro y viceversa. Historia de adolescentes muy adolescentes, The End of the F*** World, nos obliga a plantearnos, de igual forma, las responsabilidades reales que como generación de padres hemos olvidado. Desde la autocomplacencia en nuestra forma de actuar, la permisividad con la que maleducamos, hasta las formas absurdas con las que pretendemos ocultar la verdad por no dañar a los más pequeños. Como en canción de Sabina, llega la vida y devora a James y Alyssa, las fantasías que han creado en sus mentes demuestran ser eso, nada más fantasías. La honestidad con la que creen enfrentar y resolver sus vidas resulta demasiado ingenua frente a la violencia de los clásicos personajes que saltan en la serie, un asesino serial verdadero, una policía lesbiana nada empática y demasiado pragmática y deshumanizada, interpretada por Wunmi Mosaku, la misma actriz que interpreta a otra policía fría y realmente dura en la extraordinaria serie Fearless. A diferencia de 13 Reasons Why, The End of the F*** World, no se trata de una venganza, ni de la exposición de una víctima que se victimiza a sí misma, no es un denunciar a un mundo que no entiende al denunciante, no es una obra de culpabilidades. The End of the F*** World, es una obra poética acerca de la belleza que hay en la vida, del amor y lo único e irrepetible de cada uno de nosotros y de las relaciones que formamos con diferentes personas, así como de la dificultad de comprender todo esto, de las salidas fáciles, de los pretextos y las conchas defensivas que como adolescentes creamos para sentirnos seguros. El descubrimiento de que la belleza, nada o muy poco, tiene que ver con la bondad. Que la bondad nada tiene que ver con las buenas intenciones y que de éstas últimas, como dice el dicho, esta pavimentado el camino al infierno, son subtemas inherentes a la trama principal. Netflix nos demuestra una vez más que está muy lejos de ser Disney, que los personajes de sus series son reales, como nos gusta ver y ser vistos. A pesar de los descubrimientos y experimentos de los dos adolescentes, The End of the F*** World nada tiene que ver con el sexo, no es el lugar común de sexo y sangre como muchas otras historias mediocres, y aunque la pequeña muerte o la muerte chiquita (esa metáfora del orgasmo) no llegue a James y Alysa, la tragedia que ellos viven en su desaforada carrera a ninguna parte los fundirá de una manera mucho más definitiva uno con el otro, demostrándoles la fortaleza incorruptible del compromiso que existe entre ellos dos, ingenuos e intolerantes como lo son, y que cuando el mundo termina, por lo general no para todos, sino que la mayoría de las veces el p*** fin del mundo es asunto terriblemente personal.
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