Publicidad y Análisis del Discurso. Arabia Saudita no es un país donde la vida se le haga sencilla a las mujeres pero ahora tendrían algo para celebrar. Aparentemente, en el año 2018 las mujeres recibirán la autorización necesaria para poder hacer algo completamente revolucionario, conducir un auto. Así es, en esa monarquía ultraconservadora a las mujeres no se les ha permitido manejar un auto porque parece que podrían pasar un montón de cosas horribles:
“Un camino directo a la promiscuidad y la destrucción de la familia saudita… la conducción afecta los ovarios de las mujeres… los hombres sauditas no sabrían como manejarse teniendo mujeres conductoras cerca de sus autos…”. (New York Times, 26/09/2017)
Una reforma que tendría como causa el deseo de pulir la reputación internacional del reino en vistas de mejorar sus relaciones públicas e incrementar sus beneficios económicos. En las recientes luchas por este “derecho” muchas mujeres han sido arrestadas y como castigo perdieron sus puestos de trabajo. Una prohibición que significa una pérdida importante en la economía de estas mujeres que deben pagar por traslados a todos lados o ser llevadas por hombres de sus familias. En este contexto socio-cultural absolutamente anacrónico y marcado por un autoritarismo donde la libertad femenina es atacada como una amenaza para un poder patriarcal, desde los ámbitos públicos y privados, cabe reflexionar acerca del rol que desempeña una marca de gaseosa[1] en el medio de esta Historia. Sí, Historia con mayúscula porque no se trata de un relato publicitario sino de la Historia de una civilización atravesada por conflictos de índole religiosa, socio-cultural y de una desigualdad económica muy marcada. Este podría ser un caso de colocación de producto donde la credibilidad de la acción no parecería guardar coherencia con la magnitud del contexto socio-cultural y su problemática, aún latente. [1]
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