Hace poco menos de dos años comencé a trabajar en la industria publicitaria; pero desde siempre he sentido una gran fascinación por las palabras y la ortografía, hasta la fecha me mantengo actualizada de cambios, inclusiones y retiros de la RAE a nuestro idioma. Constantemente he sido, para la mayoría de la gente que conozco, la típica persona molesta que se muerde la lengua para no señalar las faltas de los demás, que no puede evitar corregirlos, más de una vez si es necesario. Pero no, no hago eso. Con este preámbulo, me sorprendió mucho que, a pesar de que todas las vacantes de copy piden excelente ortografía, haya profesionales que le resten importancia a este asunto. Sus argumentos más convincentes son que si la idea es buena no necesita nada más; que si el público al que se dirige la comunicación no se preocupa por eso nosotros tampoco deberíamos y que a nadie le importa qué es una yuxtaposición. Quizá la última es la más cruel de todas, porque bueno, es real… casi. En este sentido y para tratar de buscarle solución a mi eterna discusión, muchas veces conmigo, se me ocurre preguntar: ¿Debemos separar el trabajo del creativo y del redactor? ¿Debemos dejar de ser redactores creativos, y convertirnos solo en correctores de estilo? Yo pienso que no, porque después de todo, en el largo camino de preparación que todos recorrimos, aprendimos, en teoría, a seguir las normas de la redacción, además, el respeto por la escritura no depende de unos cuántos, sino de todos los hablantes de la lengua. Porque como dijo o escribió alguna vez el conde de Chesterfield:
“Lo que es digno de hacerse, es digno de que se haga bien”.
AUTOR Ale Ramírez Como no sé dibujar mejor escribo. Me gustan las historias cortas y las palabras elegantes. Si tienes algo que decirme, así me encuentras: @aleramirezzzz
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