A la gente le gusta mucho Juego de Tronos, Breaking Bad, Daredevil, los videojuegos, los libros, los cómics, el teatro, la buena publicidad, y muchas otras cosas, si se los quitaran, podrían seguir viviendo, pero la vida ya no sería lo mismo para ellos; son un cúmulo de creaciones que mantiene en marcha a las empresas e incluso la sociedad, me atrevería a afirmar, están tan arraigadas que ya apenas se repara en ello, pero que requiere un esfuerzo y movimiento continuo por parte de todos aquellos que las crean y las ponen en marcha. No se suele fijar la atención en ese cúmulo de ideas porque lo que el público ve, lo que todos vemos es la versión completa, acabada y refinada de cada una de ellas. Las reacciones por parte de quien fija su vista en ello son de variado pelaje, entusiasman, molestan, menosprecian, aplauden, y muchas otras sensaciones que pueden generar. Los procesos de confección de esos elementos cuya presencia llega a todo o casi todo el mundo son desconocidos, desconocen el tiempo y el esfuerzo que puede suponer el vertebrar un spot para televisión de un producto cualquiera, y dejan aflorar la vieja idea de que aquellos que se dedican a las industrias creativas, además de estar sobradamente pagados, tienen unas vidas de fiestas continuas, nada más lejos de la realidad cotidiana. Cojamos a un músico, a uno que no sea un superventas internacional, pero conocido en su profesión a un nivel más manejable. Para mantener el nivel que le permita continuar ganándose la vida y pagar autónomos tiene que dedicar unas cuantas horas al día a ensayar con el instrumento y la voz, sin contar los conciertos, las clases que imparte, las canciones que compone, y otras cuestiones que conciernen a su vida profesional. Un músico es un trabajador que realiza jornadas de 10 horas diarias como mínimo. La música es esencial para su propia industria, y para otras, como la cinematográfica, televisiva, publicitaria, y otras muchas, es una de esas cosas que hace que funcionen las cosas. Con los escritores, ilustradores, y diseñadores sucede lo mismo, guiones, storyboards, presentaciones, carteles, prensa, revistas, ahí tenemos ya no un mundo, si no un universo entero en el que interactúan muchas personas, y cada una de ellas es relevante con las aportaciones de su trabajo, y sin las que muchas empresas, pequeñas y grandes, echarían el cierre. Esto no es nuevo, pero el negacionismo tampoco. Ya cansa oír de algunas voces lo que es un trabajo de verdad y lo que no lo es, como si sólo poner ladrillos y sentarse en una oficina lo fuera. Quizá el día que los creativos de todos los sectores hagan una huelga, averiguarían cuánto aporta cada uno, y cuáles son las cosas que hacen funcionar otras cosas.
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