“Hace falta más talento para amar que para mandar ejércitos” Ninon de L´enclos
Podrían llamarme ingenuo, pero creo firmemente que el liderazgo es un tipo de amor. La mayoría de nosotros asumimos que ciertos actos de nuestra parte tendrán un efecto encantador e inspirador en nuestro equipo al que solemos liderar. El problema es que por lo general, estamos demasiado concentrados en nosotros mismos; pensamos más en lo que queremos obtener de nuestro equipo que en lo que ellos podrían demandar de nosotros. Quizá hacemos algo inspirador, pero a menudo proseguimos con un acto egoísta o agresivo, desvaneciendo así las ilusiones o aprendizajes que un colaborador podría tener de nosotros. Nuestros intentos de liderazgo no suelen durar lo suficiente para surtir efecto. El líder, en un sentido moderno, no es un jefe, un padre o una deidad. En esencia un líder es alguien que conoce el campo de juego mejor que los demás, que asume en primer lugar los riesgos a los que una organización se enfrenta, pero principalmente es alguien capaz de despojarse de su estilo y de su ego para mutar en diferentes formas que ayuden a fomentar la colaboración, aprender del fracaso, mantenerte curioso y hacer tangible tu trabajo de todos los días. El talento radica en la ambigüedad; debatirse todos los días entre lo enérgico y lo empático, entre lo directo y lo emocional. Guiar a un equipo de trabajo o al mundo es una especie de teatro en la vida real, el encuentro entre la ilusión de una visión a largo plazo y la realidad de los objetivos diarios. El que inspira nos hace creer que tiene un destino para nosotros, donde nos convertiremos en mejores y más grandes personas, es un acto de amor en un mundo incierto. Se que podría asustarnos utilizar la palabra amor en un contexto de negocios, incluso nos cuesta trabajo utilizarlo en nuestras pláticas de todos los días, pero la gran cualidad de este sentimiento es que es constructivo y liberador, fomenta la comunicación, el compromiso y la consistencia. El amor es lo que hace que un creyente confíe en una oración pero también es lo que provoca que un grupo de personas comience una rebelión. Cierro con un poema de Symborska: Nada sucede dos veces / ni va a suceder, por eso / sin experiencia nacemos / sin rutina moriremos / En esta escuela del mundo / ni siendo malos alumnos / repetiremos un año / un invierno, un verano / No es el mismo ningún día / no hay dos noches parecidas / igual mirada en los ojos / dos besos que se repitan/… AUTOR Otto Poncelis Director de Estrategia de Ogilvy and Mather. Tiene 10 años de experiencia como estratega en agencias de publicidad. Ha trabajado con marcas como Coca-Cola, Aeroméxico, Telcel. Es profesor de materias de innovación y mercadotecnia en diferentes universidades de México.
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