Cualquiera que haya realizado una campaña publicitaria con celebridades, sabe que estas se dividen en tres grandes grupos: las encantadoras, las indiferentes y las insoportables. Todo parece indicar que Roger Moore (el actor que interpretó más veces a James Bond, y que murió la semana pasada) era una de las encantadoras. Así lo prueba la historia que relató un tal Marc Haynes, y que traduje del inglés. Es que Moore era uno de mis ídolos, y la historia es una hermosura. La comparto en este generoso espacio con una aclaración: el Blofeld que se menciona era el principal enemigo de Bond, y el personaje en el que se basa el Dr. Evil de las películas de Austin Powers. Aquí va la historia de Haynes. Abro comillas: En 1983 yo tenía siete años. Todavía no existían los salones VIP en los aeropuertos, y yo estaba con mi abuelo en el aeropuerto de Niza cuando vi a Roger Moore sentado leyendo un diario. Le dije a mi abuelo que acababa de ver a James Bond y le pregunté si le podíamos pedir un autógrafo. Mi abuelo no tenía idea de quiénes eran James Bond y Roger Moore, así que caminamos hacia él, me puso adelante de Moore y le dijo “mi nieto dice que usted es famoso, ¿podría firmar esto?” Con enorme encanto, Roger me preguntó el nombre y firmó el dorso de mi pasaje, toda una nota llena de buenos deseos. Yo estaba feliz, pero cuando volvimos a nuestros asientos miré la firma. Era difícil de descifrar, pero definitivamente no decía “James Bond”. Mi abuelo la leyó y se dio cuenta de que decía “Roger Moore”. Yo no tenía idea de quién era ese y le dije a mi abuelo que firmó mal el autógrafo, que escribió el nombre de otra persona. Entonces mi abuelo volvió hacia donde estaba Moore, con el pasaje que este acababa de firmar. Yo me quedé en mi asiento y recuerdo que mi abuelo le dijo “mi nieto dice que usted firmó el nombre equivocado; dice que su nombre es James Bond”. La cara de Roger mostró que se dio cuenta de lo que pasaba, y me llamó con un gesto. Cuando llegué a donde estaba él, acercó su cara, miró a un lado y al otro, levantó una ceja y, en voz muy baja, me dijo “tengo que firmar como Roger Moore porque de otro modo Blofeld puede descubrir que estoy aquí”. Me pidió que no le cuente a nadie que había visto a James Bond y me agradeció por guardar el secreto. Volvimos a nuestros asientos; yo estaba feliz. Mi abuelo me preguntó si ahora había firmado como James Bond y le contesté que no, que el que se había equivocado era yo. Ahora yo estaba trabajando para James Bond. Muchos, muchos años después, yo era guionista en una filmación para UNICEF, y Roger Moore tenía que dar su testimonio como embajador. Mientras los técnicos armaban el set, me le acerqué y le conté la historia de cuando lo conocí en el aeropuerto de Niza. Se puso contento, se rió y me dijo “bueno, no recuerdo el episodio, pero me hace feliz que hayas conocido a James Bond”. Encantador como siempre. Pero después hizo algo brillante. Luego de la filmación, pasó a mi lado cuando se iba para su auto. Hizo una pausa, miró a ambos lados, levantó una ceja y, en voz muy baja, me dijo “por supuesto que recuerdo nuestro encuentro en Niza. Pero no dije nada allí adentro porque alguno de esos camarógrafos puede estar trabajando para Blofeld”. Yo quedé tan fascinado a los 30 años como había quedado a los 7. Qué tipo. Qué tremendo tipo. Hasta acá la historia de Haynes. Espero que les haya gustado tanto como a mí. Por algo queremos tanto a Roger Moore.
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