No soy una persona de Super Bowl o de Lollapalooza (tal vez un poco de Rock in rio) pero sé que sí soy una eurofán. Cada vez que digo algo similar, todos me miran con cara de ¿qué hablas? Y es ahí cuando mis ojos se vuelven redondos al mejor estilo de Candy Candy y me siento a explicar con emoción qué es el Festival de la canción de Eurovisión. Para mí es el mejor evento que pueda existir en el universo, tiene drama, acción, comedia, intriga y mucho marketing, a diferencia de los eventos antes mencionados (porque el SB es un show de medio tiempo en un evento deportivo y el Lollapalooza es un festival para pasar el rato), Eurovisión fue creado en los años 50 bajo un clima de postguerra con ánimos de recuperarse y la Unión Europea de Radiodifusión (UER) cuya sede se establecía en Suiza, propuso la idea de un festival musical (por eso del lenguaje universal) que uniera a todos los países europeos. De él han salido (o participado) un millón de estrellas conocidas como la agrupación sueca ABBA que ganó en 1974, Celine Dion que ganó en 1988 representando a Suiza, los españoles Raphael, Julio Iglesias, Paloma San Basilio (que no ganaron), Olivia Newton-jhon (la de Grease), Bonnie Tyler (la del tema s total de amor), las chicas de t.A.T.u e Il Volo, entre otros. Ahora que ya sabes sobre el festival Luego de 60 años de existencia, el festival ha pasado por cambios en su reglamento, imagen e inclusive de su razón de ser, digamos que en sus tiempos servía para reunir países en recuperación, luego para integrar nuevos países soberanos (como pasó con Yugoslavia y Bielorrusia) y ahora para romper esquemas y celebrar lo diferente, lo “original”. Cada año se asigna un lema al concurso y cada vez más se inclina a ello, a construir puentes (como en 2015) y a celebrar la diversidad (como en 2017), con la popularidad del evento, países no europeos como Israel, Marruecos, Chipre, Armenia, Georgia, Azerbaiyán y Australia se unieron al Eurovisión Song Contest (a través del alcance de la UER) y ahora con la llegada de medios digitales, la situación fue mucho más allá, países como China y EE.UU han asomado la posibilidad de querer participar en condición de invitado –como lo hizo Australia en un principio- ¡Que comience el mercadeo! En sus inicios, el Eurovisión Song Contest no era tan elaborado, constaba de un gran evento donde el intérprete y la canción eran las estrellas, luego, mientras crecía la plantilla de naciones participantes, las escenografías se transformaron en colosales, los performances eran más surrealistas y no fue sino hasta el año 2017 donde todo volvió a sus orígenes, Salvador Sobral el cantante de Portugal, dejó de lado los fuegos artificiales, el piso led y los hologramas y cantó e interpretó un performance digno de 1956, sencillo, limpio y musical. En un mar de escarcha y destellos frikis, el raro era él, de hecho poco después de ganar comentaba “siempre me dijeron que mi canción no era adecuada para el festival” y de allí sale la primera lección: Innovar.
- Aun cuando el evento tiene alrededor de 60 y pico de años ofreciendo un espectáculo musical, llega el momento en que deben renovarse para cada año “captar” nuevos eurofanes y así captar mejores marcas –como este año donde Visa de hizo presente)
Teorías conspirativas Muchos dicen que la popularidad del evento ha disminuido desde que los países vecinos se votan entre sí, otros dicen que desde que en los performances son más show que canción y así sucesivamente. En 2017, Suecia e Italia perfilaban como favoritos, pero el “nuevo” sistema de votación (donde 50% equivalen al voto de un jurado profesional por cada país participantes y los otros 50% por televoto implementado en 2016) favoreció a Portugal. Los ganadores de años pasados siempre estuvieron enfocados en algún eurodrama (la del 2016 interpretó una canción con frases en crimeo antiguo en forma de protesta, el de 2015 fue acusado de plagio con una pantalla que lo hacía interactuar con unas imágenes digitales y el de 2014 fue Conchita Wurst, por favor googléalo) esta no podía ser la excepción -aunque parezca que no lo es- ahí la segunda lección: usar el mercadeo a favor.
- No todos los participantes son cantantes, en 2008 España envió a Andrés Chikilicuatre, un personaje creado para un programa televisivo donde el marketing viral prácticamente lo catapultó como candidato al concurso, tanto el actor como el creador del concepto, el programa nocturno y la televisora y sus anunciantes, tuvieron sus recompensas, igual pasó con Verka Serdushka en 2007, una Drag Queen que ahora es ícono de Eurovisión y de su nación.
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