Hay muchas historias de artistas famosos que en algún momento ejercieron un trabajo aburrido y rutinario, hasta que decidieron dejarlo para perseguir sus sueños y, en general, alcanzarlos (de otro modo no se habría conocido su historia, ¿no?). Entre esos artistas hay varios escritores: Herman Melville, por ejemplo, fue inspector de aduanas en Nueva York, y tanto Walt Disney como Charles Bukowski trabajaron en el correo. Otro célebre escritor que trabajó en un correo fue William Faulkner, y sobre él trata esta nota. El hombre abandonó la Universidad de Mississippi en 1920 y empezó a desempeñarse como su jefe de correo. No era bueno en su tarea; se la pasaba jugando a las cartas, componiendo poemas y bebiendo. Según el escritor y editor Bill Peschel, Faulkner abría el correo cuando se le daba la gana y lo cerraba con frecuencia para irse a cazar o a jugar al golf. Tiraba a la basura lo que él consideraba innecesario, como folletos publicitarios y circulares universitarias, lo que hizo que una publicación estudiantil creara un slogan para su servicio: “El correo, siempre a destiempo”. Con bastante lógica, sus jefes tenían pensado despedirlo. Faulkner se la veía venir, por lo que decidió renunciar antes de que lo echaran. Y compuso una carta de renuncia tan breve como dramática: “Mientras viva bajo el sistema capitalista, sé que mi vida será dirigida por las exigencias de la gente de dinero. Pero jamás estaré a las órdenes de cualquier sinvergüenza itinerante que tenga dos centavos para invertir en una estampilla de correo. Esta, señor, es mi renuncia.” Como tantos otros cuyo trabajo diario era tedioso y poco inspirador, Faulkner consagró el resto de su vida a escribir ficción. (Irónicamente, muchos años después se emitiría una estampilla dedicada a él.) Y también como tantos otros, cuando ya era famoso contó la historia de su renuncia con cierta exageración, llegando incluso a cambiarle el texto. El mismo Peschel asegura que Faulkner declaró haber enviado este texto: “Reconozco que estaré bajo las órdenes de gente de dinero durante toda mi vida, pero gracias a Dios nunca estaré a las órdenes de cualquier hijo de puta con dos centavos para comprar una estampilla.” Esta segunda versión no solo es más contundente e insultante, sino que además muestra que el tipo había estado practicando la escritura. Si alguno de ustedes se encuentra en un trabajo así y desea renunciar, siéntanse libres de usar las palabras de William Faulkner. (Fuentes: Letters of Note, Open Culture)
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