Las fundaciones filantrópicas de las empresas han sido siempre tema de debate; un concepto que nace del espíritu altruista de destinar un porcentaje de recursos a alguna causa social en particular aparentemente no tendría por qué generar ningún tipo de polémica, sin embargo, se ha convertido en algo apoyado por muchos, y rechazado por otros tantos. Estas fundaciones responden a lo que se denomina muchas veces capitalismo sostenible o filantrocapitalismo; dentro del cual, para una empresa se vuelve igualmente importante tanto una aportación a la sociedad, como los beneficios económicos que puedan obtenerse. La filantropía en las empresas se ha canalizado a través de las ya mencionadas fundaciones o asociaciones civiles (A.C.) las cuales, a pesar de ser entidades jurídicas independientes, muchas veces tienen el apoyo directo y financiamiento de las empresas o compañías mercantiles que las crean. Además de tener financiamiento empresarial, como ya se mencionó, este tipo de organizaciones muchas veces requieren de la participación activa de las personas, y se difunden a través de campañas masivas o bien de acciones como recolección de donativos, programas de apoyo, voluntariados, entre otros. Es aquí cuando la sociedad presenta una curiosa disyuntiva: Mientras que muchas personas apoyan estas causas, la mayoría -debido a creencias políticas o económicas- ven a estas asociaciones, más allá de una ayuda, como villanos que sirven a las empresas para deducción o evasión de impuestos. Sin ahondar demasiado en este tema, dado que no soy ninguna experta en políticas y asuntos fiscales, trato simplemente de dar mi punto de vista al respecto desde un enfoque social: Sí, es posible – y bastante probable – que las empresas que crean estas asociaciones civiles generen un beneficio para ellas mismas, ya sea económico al reducir el pago de sus impuestos, o de cualquier otra índole, como se dice coloquialmente en México “nadie da paso sin huarache” (Es decir que al hacer una acción en favor de otros se espera algún tipo de retribución, aunque no necesariamente económica). Sin embargo, también se trata de una labor social reconocible, ya que, muchas veces, los individuos de una sociedad carecen de la iniciativa y el orden suficiente para poder llevar a cabo algunas de las labores que estas fundaciones (sea por beneficios fiscales o no) cumplen de manera efectiva. Este modelo de negocio de filantropía corporativa, lejos de verse como una manera de sacar ventaja por parte de las empresas, debe verse como un modelo de ganar-ganar, donde, además de beneficiarse las compañías, también pueden verse beneficiados distintos sectores sociales vulnerables; y es deber de la sociedad promover y aplaudir estos esfuerzos, para incentivar cada vez más a que todas las empresas tengan una participación social que nos lleve a un compromiso real por ayudar a otros. El término Filantrocapitalismo, de acuerdo a un artículo de la revista Forbes, fue acuñado por Matthew Bishop, en su libro que menciona este término para la tendencia de aplicar enfoques empresariales a la filantropía. El libro se llama Filantrocapitalismo: cómo los ricos pueden salvar al mundo. Los filantrocapitalistas, de acuerdo con lo mencionado por Bishop (Forbes), más allá de ser donantes tradicionales son inversores sociales que calculan cómo maximizar las ganancias tanto para sus empresas mercantiles como para las causas que han decidido proteger. Los empresarios filántropos saben cómo generar más dinero a partir del capital con el que ya cuentan, además de darles un seguimiento cercano, como a cualquiera de sus otras inversiones. Es casi una ley lógica que quien más tiene es quien más puede apoyar, por lo tanto, la infraestructura y capital humano que puede aportar una asociación civil auspiciada por una empresa con importantes recursos económicos, es una herramienta sumamente valiosa para contribuir de alguna manera en una mejora colectiva. Lejos de darles la espalda, es tiempo de subirnos al mismo barco y apoyar a quien puede apoyar (valga la redundancia) a una escala mayor que la nuestra como individuos. Estos actos dentro del filantrocapitalismo, pueden ser un parteaguas para una mayor concientización social: De acuerdo a Forbes, la Fundación Bill y Melinda Gates, ha gastado más de 28,000 millones de dólares en causas como eliminar la malaria, el ébola, el VIH pediátrico, etc., y es uno de los mayores ejemplos de este fenómeno. Nada tiene de malo que una empresa persiga la obtención de beneficios económicos, siendo que es esa principalmente su razón de ser. Si buscamos la definición de empresa encontraremos siempre que se trata de un organismo que busca obtener utilidades. Es aplaudible que, en el camino, también se busque beneficiar a otros. Imagen cortesía Shutterstock
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