Las ideas brillan con intensidad en todos nosotros la gran mayoría de las veces, pero hay momentos en los que nos sentimos abandonados por ellas. Días de oscuridad en los que no nos calienta su refulgente luz, a veces por desgracia cuando más falta nos hacen. Igual nos viene el apagón en un día de ocio, que no pasa nada, que nos coge justo en medio de un trabajo en el que hace falta tenerlas bien brillantes alumbrando el camino que estamos recorriendo. Las ideas no se ajuntan mugho a fórmulas y reglas de invocación, aunque conviende tener cierta predisposición y buscarlas, salir a su encuentro. Lo peor es que éste tipo de apagones llegan de repente. Estamos tan contentos resolviendo un trabajo, y en un microsegundo se acabó lo que se daba, se nos marchó la luz, y nos quedamos ahí, cegados a mitad de camino sin saber por donde tirar y con el plazo de tiempo para acabarlo corriendo con inhumana crueldad, el reloj no perdona, lo que nos coloca al borde del colapso, haciendo que perdamos la concentración, la paciencia, y tensemos más el ambiente profiriendo maldiciones y arrojando papeles al suelo en un arranque incontenible de frustración. La tarea, anteriormente tan sencilla a plena luz, se vuelve retorcida e inacabable en esta oscuridad, tras fallidos intentos de retomarla. En esos momentos es cuando el estrés entra en ebullición y toma el control, haciendo que veamos todo nuestro entorno como algo desolador e incluso agresivo con respecto a nosotros. El tiempo apremia y todo nos impide concentrarnos, el apagón de ideas hace que cualquier nimiedad sea un ataque con éxito en contra de nuestro esfuerzo en concentrarnos, los coches pasando, los vecinos viendo la tele, hasta nuestra propia respiración puede sernos molestos en esos momentos. Por suerte, como dice el refrán, no hay mal que cien años dure. Además, hay solución para este contratiempo. Remedios sencillos que pueden hacer volver que las ideas vuelvan a lucir en nosotros para que dejemos de caminar a ciegas. La mejor forma de afrontar esos días negros es tener a mano combustible con el que poder alimentar la lumbre de las ideas. Un libro, una película, música, un paseo por algún paraje evocador, o jugar con el perro o con el gato, cualquier cosa puede servir para provocar de nuevo el chispazo y poder obtener una mayor inspiración que nos saque de la oscuridad, esa que puede llegar a hacer peligrar algunos trabajos, y que pueda volver a hacer relucir las ideas en nuestras mentes. Imagen cortesía Shutterstock
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