El principio básico de la publicidad es comunicar los atributos, ventajas y virtudes de un producto para que éste despierte en el consumidor el deseo de adquirirlo; sin embargo, ahora esos atributos, ventajas y virtudes deben ser más que una simple promesa, pues como se dice comúnmente, el consumidor ya no se traga cualquier cosa. Lo anterior viene a colación porque al parecer quienes idearon, pensaron o planearon la nueva campaña del Partido Revolucionario Institucional (PRI), para las próximas elecciones en el Estado de México, siguen creyendo que los mexicanos son los mismos de la época de Diaz Ordaz y Luis Echeverría; es decir, no cuestionan nada y sus únicos medios de información son Televisa y la basura que imprime Organización Editorial Mexicana (OEM), pues de otra manera no se puede entender —aunque en este momento le hablen a través de medios masivos, según ellos, sólo a los delegados a la convención estatal— cómo es posible que su eslogan de campaña sea “Cuidemos lo que tenemos”, cuando este estado lo que más tiene son pobres, delitos impunes, feminicidios, corrupción, nepotismo, pésimo transporte… Parece ser que tienen al mismo publicista que Peña Nieto, quien en su último informe se aventó una simpática puntada muy parecida: “Lo bueno casi no se cuenta pero cuenta mucho”. Es inevitable preguntarse ¿los de PRI saben que existe internet? ¿Será que en realidad son un PRInosaurio? Lo cierto es que este tipo de campañas sólo provocan que el consumidor electoral recuerde la realidad que vive por haberle comprado al PRI sus mentiras durante más de 80 años y provoque un efecto contrario al esperado, pues en lugar de cambiar la percepción negativa, ganada a pulso, la reafirma. A nadie le gusta descubrir que el producto que compró no sirve y mucho menos que quien se lo vendió se atreva nuevamente a venderle lo mismo. El escritor español Enrique Jardiel Poncela decía: “Los políticos son como los cines de barrio, primero te hacen entrar y después te cambian el programa”. Esta genial frase describe a la perfección este tipo de campañas, pues eso es justo lo que el PRI piensa que hará creer al ingenuo mexiquense con su inmaculado spot de un frondoso árbol lleno de manzanas en medio de un paisaje de ensueño, que con su voto podrá comprar una parcela en el mismísimo Edén, cuando en realidad todos saben que el Estado de México está en Mordor. Seguramente, habrá quien diga que lo que hacen los partidos políticos no es publicidad sino propaganda y eso está lejos de ser verdad, pues desde que Vicente Fox ganó la presidencia de México en 2000, vendiéndose como un efectivo producto para acabar, como el lo decía, con los alacranes, alimañas, sanguijuelas, tepocatas, víboras prietas y demás arácnidos, la tendencia de los políticos que aspiran a un puesto de elección popular ha sido la misma; es decir, ya no usan la propaganda que en su más pura esencia buscaba influir en las actitudes de las personas, ahora apuestan por la publicidad, que a diferencia de la propaganda, trata de persuadir emocionalmente a las personas para que compren ciertos productos o servicios y para prueba está nuestro pitorreado presidente Peña Nieto, a quien lanzaron al mercado electoral como si fuera el nuevo muñeco Ken pero de Atlacomulco, acompañado de una Barbie chilanga; en pocas palabras, ofrecieron un producto que incluía una historia de amor de telenovela a un consumidor electoral que ya no compra lo mejor sino lo menos malo y lo que le dé un beneficio extra, por ejemplo una despensa, un promocional… Con Peña Nieto el PRI en ningún momento usó la propaganda porque no trató de influir en la actitud de las personas, en este caso los electores, fue una venta directa donde más que spots con propuestas y soluciones lanzaban al aire infomerciales al más puro estilo de llame en los próximos 10 minutos y reciba de regalo $500. Pero esto no sólo pasa en México, el actual presidente de Estados Unidos Donald Trump también se vendió como una milagrosa pomada que regenera el orgullo americano eliminando ilegales, terroristas, negros, musulmanes o cualquier imperfección que amenace el impoluto rostro del americano puro, el problema es que esta pomada ya está causando alergias incluso hasta en los más puros y arios american people. Es de sorprender que el PRI no se dé o no quiera darse cuenta, que los mexicanos ya están hasta la madre de que les den pan con lo mismo, de que la sociedad ya está tocando fondo y ha llegado al hartazgo que se vuelve la fuerza activa con la que nos negamos a repetir el fracaso, una vía de hartazgo activo que nos empuja a innovar, a pensar “total…el ‘no’ ya lo tengo, ¡yo me lanzo” (De La Riva, México Rifado, p. 16) y crea que con mensajes blandengues y sentimentalones van a convencer al consumidor electoral, cuando está comprobado que éste incluso aborrece la publicidad paternalista, de abuelitas… Campañas como las del PRI del Estado de México ofenden la inteligencia de las personas. A los responsables de su comunicación les caería bien leer lo que se dice de su partido e integrantes en las redes sociales y no hacerse de la vista gorda y creer que usando los bots, como lo hace su más ilustre integrante Peña, la gente no se dará cuenta de las atrocidades que comenten los integrantes de su partido. Pero lo peor es que sigan creyendo que las personas no están dispuestas a empezar de cero. Quien aprobó y escribió el copy del spot es su peor enemigo, pues con ese texto lo único que hizo fue echarle limón a la herida y si no lo creen, revisen los comentarios que ha generado su post en Facebook (15 de febrero a las 14:19). A estas alturas los consumidores ya no creen a la primera en los productos milagro, pues antes de comprarlos investigan en internet de dónde viene, quién lo hace y sobre todo: buscan los comentarios de otros consumidores, por eso al PRI, como dice el dicho «ya ni su abuelita le cree».
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