La masividad es una de las tantas circunstancias que hoy en día todos debemos vivir. Ya “nada” es un secreto, las noticias, escándalos y tendencias van y vienen en solo minutos. Las redes sociales se inundan de primicias con mayor velocidad que las mejores centrales de noticias. Toda esta cantidad de información, de personas interactuando y hablando de tendencias efímeras de hoy en día, ha ocasionado que no tengamos idea de quiénes son los clientes. El consumidor se ha vuelto tan extremadamente volátil en su personalidad que es muy complicado seguirle el paso en un mundo donde lo que sucedió hace no más de 24 horas ya es historia antigua. Aún hace 10 años las personas lograban destacar por su capacidad para tener un orden concreto en su vida, un plan, una personalidad muy bien definida que le permitía ganarse la confianza de la gente. Hoy la velocidad a la que se mueve el mercado nos obliga a ser alguien diferente cada mes para poder dar la talla, consumiendo y actualizando de manera constante todo lo que ocurre a nuestro alrededor ¿Cómo lograr seguir al margen de los cambios tan repentinos, sobre todo en el público joven? Las marcas nacientes están adoptando estilos de marketing con una capacidad multifacética muy interesante. Debido a que poco a poco se hace menos factible ser tan estricto en materia del público al que se está dirigiendo, porque las brechas generacionales y de gustos se ha difuminado, las empresas optaron por crear identidades que se pudieran vestir según la temporada. De esta forma lograron aprovecharse de las tendencias y contenidos virales que se gestan día a día. El hecho de encontrar una respuesta a este comportamiento no precisamente debe ser alentador. Es necesario preguntarnos si la velocidad a la que va el mundo es realmente buena para todos. “No tenemos idea de a quién le estamos vendiendo”. También es acertado decir que pocos saben hoy en día con exactitud quienes son ellos mismos. Esta falta de identidad está atacando incluso a las empresas que intentan cambiar de forma constante con la esperanza de conseguir más clientes. De momento, solo resta esperar y ver si las marcas que decidieron convertirse en camaleones, al igual que las personas, tienen mayor éxito que aquellas que se rigen por una identidad firme y concreta. Imagen cortesía de Shutterstock
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