El mundo contemporáneo nos está llevando por ciertos rumbos de los que aún desconozco el destino. Es cierto que el conocimiento del lenguaje escrito es vital en el oficio del redactor publicitario y si bien, no es una labor tan exigente como lo pudiera ser otra rama, sí es necesario mantener la lengua y evitar sus deformaciones. Me he topado con redactores que detestan leer, o como está de moda: “ler”. Quizá esa es la razón por la que ciertos funcionarios ocupan algunos puestos; son como los redactores que no leen, simplemente creen que lo hacen bien por cuestiones divinas o meritocráticas. La realidad es otra. Estamos rodeados de una cultura escrita tan deplorable que suponemos que hablar y escribir bien no van de la mano; deformamos el lenguaje hasta el punto de creerlo correcto. Los publicitas tenemos la responsabilidad de comunicar de manera cercana, simple, certera y precisa, pero también nos corresponde mantener un lenguaje lo más puro (o medianamente puro) posible. Desde un flyer, pasando por un tagline, hasta llegar a comunicados o discursos que realmente modifican el rumbo de la historia, es nuestra labor mantener sumo cuidado en la construcción de dichos mensajes. No importa el tamaño, el cliente o el target; cada palabra y estructura gramatical, debe ser usada apropiadamente y con un fin menos banal que simple consumismo, pues de lo contrario, seguiremos creyendo que algún día, “sí vamos a ler”. Imagen cortesía Shutterstock
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