El trabajo debería ser el medio para conquistar los sueños, para hacer realidad los proyectos y comenzar a recuperar la gran inversión que se hizo durante los estudios. Para lograr todo esto, la fórmula es muy sencilla, empiezas desde abajo con muchas ganas, entrega, dedicación, desvelos y algún día estarás en un gran puesto por méritos propios recibiendo un salario digno… esto sería en un mundo ideal, pero la realidad es otra. En la publicidad, por ejemplo, empiezas como training, luego sigues como junior, después senior, creativo asociado, director creativo, director grouper… y por fin el sueño de todos los que estamos en este medio: VP de servicios creativos. Para recorrer ese largo camino hay que ser muy creativo, inteligente, estratega, tener la camiseta bien puesta, sacrificar novia, familia, fines de semanas… Nuevamente, esto sería en un mundo ideal, pero la realidad es otra. En este medio, como dijo La Fontaine: Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda y es que sobran ejemplos, ya sea en agencias de las llamadas world wide, estudios, boutiques, despachos, no importa el tamaño, en todas abundan casos donde los directores o dueños se dejan llevar más por la verborrea y moda que por el talento y trabajo a la hora de elegir quién debe ocupar el puesto de arriba. Esto ha ocasionado que las personas que se esfuerzan día con día, que dan todo por la agencia y por la marca comiencen a odiar lo que alguna vez consideraron el trabajo de sus sueños. Pues no hay nada más denigrante y ofensivo que ver cómo los directores o dueños no volteen a ver lo que tienen en casa y busquen afuera a una de las llamadas divas para ocupar el puesto que por entrega y compromiso le toca al que lleva años, como dice el dicho «aguantando vara y tragando mierda». Basta con echar un ojo a los puestos clave de cualquier agencia, sin importar el tamaño de ésta, para darse cuenta que los mejores puestos y los grandes salarios los tienen los de siempre; y no es que todos los de siempre sean malos. Lo sorprendente, es que justo los malos sigan ahí, cuando todo el gremio sabe que son unos huevones, unos lamepelotas, unos vividores, unos oportunistas que no han hecho ni una sola buena campaña y que viven a costa de las ideas y trabajo de los que siguen soñando que algún día van a llegar a ocupar ese puesto. Sin duda alguna, en todos los trabajos hay injusticias laborales, pero las que se dan en la publicidad merecen un Oscar o Cannes. Cuando entras a trabajar a una agencia, casi siempre, abandonas todo lo que antes te gustaba hacer: hobbies, objetivos, relaciones… porque no se ve bien que te vayas a tu hora, porque ser eficiente no es suficiente, porque tienes que aguantar las estupideces de un jefe que espera el final del día para revisar y decir que nada le gusta, que hay que darle una vuelta y no queda más que aguantar vara, tragar mierda y sacar una gran idea para que el inútil que se tiene como jefe pueda ir a alardear con su superior lo fregón que es y poder justificar el sueldazo que le están pagando por hacer nada y por arruinar la vida de los otros. Las preguntas serían: ¿los altos directivos o dueños de agencias no se dan cuenta de esto? ¿A los altos directivos o dueños de agencias sólo les preocupa ganar dinero? ¿A los altos directivos o dueños de agencias no les importa su cliente y le dan lo que esté de moda aunque no les acomode? ¿Los altos directivos o dueños de agencias son unos desagradecidos que no valoran a las personas? Lo cierto es que en este medio si no tienes la fortuna de caerle bien a los de arriba, si se te ocurre cuestionar a tu jefe o al cliente por el bien de la marca, te estarás condenando a ser siempre parte de la plebe, te estarás condenando a que te despidan y todo ese esfuerzo que has hecho se vaya a la basura. Recientemente hubo un comercial que fue la comidilla del medio, hablo de la última campaña de Yoplait. Sobre este tema se ha culpado tanto a la agencia como al cliente. En realidad, estas campañas ven la luz porque quienes están encargados de aprobar la creatividad no quieren decir no y hacen sentir al cliente que tiene la razón. Para que esto suceda es necesario tener a alguien que no tiene talento, que no sabe escuchar a su equipo, pero sobre todo que su gran pendiente es cuidar su puesto y lo mucho que gana. La publicidad está llena de Peñas y Duartes, donde todo mundo sabe que son incapaces e incompetentes y que lo único que buscan es su beneficio personal, pero aun así hay quienes los eligen para desempeñar grandes puestos. Esas personas deberían entender que los negocios no están peleados con dar oportunidades a quien por derecho se lo merecen. Que el panorama es más amplio y hay muchos que pueden hacer mejores cosas y que creen, como escribió Napoleón Hill, que su gran oportunidad se puede encontrar justo donde están ahora mismo. Ante esta comparación sería necesario preguntarnos si dueños o directores de agencias de publicidad, industriales, empresarios…; es decir, todos aquellos que tienen a su cargo gente con sueños y aspiraciones están haciendo lo mismo que Peña y Duarte: Robar, con sus malas decisiones, los sueños y el porvenir de quienes llevan años trabajando para tener una oportunidad. Si se sigue apostando por los de siempre, en especial por los malos que nada tienen que presumir más que de sus buenas amistades, la publicidad irá de mal en peor y los responsables no serán los publicistas, sino los que sólo esperan poder vivir a costa de sus clientes sin importarles que salgan al aire campañas como las del tan mentado yogurt, siempre y cuando les deje una deliciosa ganancia la producción del comercial. Imagen cortesía de Shutterstock
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