En las estrategias de marketing comúnmente nos encontramos con un afán empedernido de captar nuevos clientes a cada instantes. Si bien hay que hacerlo y deben destinarse parte de los esfuerzos en conseguir un nuevo público -para el crecimiento de la marca-, muchas veces nos olvidamos de aquellas personas que ya tienen una relación con nuestro producto, a la que ya enamoramos y estamos dejando de enamorar. El proceso de captación de clientes es muy parecido a una relación de pareja. En la etapa de conocimiento, donde normalmente uno de los dos hace el papel del conquistador, se brindan una enorme cantidad de energía y tiempo en hacerse notar, en demostrar que se es un buen partido con el cual hay un futuro. En los casos en que se alcanza la meta con el paso del tiempo estas estrategias para enamorar al otro van desapareciendo, llevando a rupturas con el paso de los meses y años. Lo mismo ocurre en el mundo de las marcas. Pongamos de ejemplo un gimnasio. Estos establecimiento sacan infinidad de promociones destinadas a llamar la atención de un alto número de personas; sin embargo, al tenerlas y cuando se genera una fidelización, muchos gimnasios se olvidan de ellos a sabiendas que probablemente están desperdiciando una enorme oportunidad. El posicionamiento actual está muy dado por el voz a voz. Si generamos estrategias que mantengan enamorados a los clientes de los cuales ya disponemos, no sólo ahorraremos dinero, porque sabemos dónde encontrarlos y cómo llegarles, sino que crearemos un amor por la marca el cual será expandido a través de los círculos sociales de cada uno de nuestros clientes. Nuestro público es nuestro mejor vendedor. Generar un espacio donde los clientes se sientan parte de algo mucho más grande de lo que se ve a simple vista no sólo creará un cierto grado de exclusividad, también atraerá más personas interesadas en tener ese estilo de vida y ser tratados de la misma manera como la marca trata a sus clientes fieles.
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